Literatura: Hanif Kureishi, "Mis mejores ideas provienen de la televisión basura"

Hanif Kureishi - entrevista

El novelista británico habla del papel central que cumplen los autores de ficción en la defensa de las libertades individuales, y afirma que el programa Gran Hermano es "la herramienta más maravillosa" que se haya creado para un escritor

Por Juana Libedinsky
Para LA NACION -- LONDRES, 2007

Hanif Kureishi parece haberse aburguesado. El chico malo de las letras, que rompió los tabúes escribiendo sobre homosexualidad y problemas raciales en los bajos fondos británicos en los años 80, trabaja sobre una ópera de Mozart y está "horrorizado" de que sus hijos adolescentes quieran ser rockeros. Con su pelo cano ahora bien corto y peinado a la gomina, entra en la oficina de su agente como un ejecutivo. Pregunta a las secretarias sobre sus compromisos del día, traducciones pendientes y el pago de derechos, firma papeles y aclara que tenemos cuarenta minutos para la charla, si queremos fotos, el tiempo que requieran deberá ser descontado del asignado.

Pero el autor de libros y películas como Intimidad, El buda de los suburbios, Mi oído en su corazón, La palabra y la bomba, Ropa limpia, negocios sucios y la reciente Venus no perdió las mañas. Este año se levantó en armas contra la radio de la BBC, cuando esta se negó a poner al aire un cuento corto suyo, "Bodas y decapitaciones", abundante en detalladas descripciones de la sangre que chorreaba de cabezas cortadas por los jihadistas "Era un cuento visceral -concede-. Pero era para involucrar a la gente en lo que está pasando."

Hanif Kureishi nació en Londres en 1954, de madre inglesa y padre nacido en la India pero que se consideraba paquistaní. "Cuando yo era chico, el racismo era algo cotidiano", recuerda. "Caminabas por la calle y la gente te decía cosas. En la escuela te pegaban, todos eran racistas de una manera en que jamás lo serían hoy, pero nunca tuve la idea de que se podía escribir sobre el racismo. Yo estaba en el colegio y me pateaban, y de pronto me di cuenta de que no era solamente mi problema personal, que había palabras para describirlo."

-Sin embargo, las palabras suelen meterlo en problemas, como le pasó este año con la BBC.

-Mi cuento fue censurado porque un periodista inglés, Alan Johnston, estaba prisionero en la Franja de Gaza y mi historia era sobre decapitaciones: no se sabía si esa iba a ser su suerte o no. Mi historia fue calificada de tema sensible y no quisieron leerla en la radio, como correspondía por haber sido finalista en un premio literario. Al final no solo la transmitieron, sino que está siendo transformada en un cortometraje por el canal de TV Channel Four. Esto prueba que fue estúpido no haberla difundido en un primer momento, porque los periodistas y los escritores nos apoyamos los unos a los otros al hablar y escribir con libertad.

-¿Cómo se le ocurrió ese cuento?

-Imaginé qué pasaría si uno fuera un camarógrafo y tuviera que filmar estas atrocidades, y entonces la tarjeta profesional, junto con el nombre de uno, dijera que la especialidad son las bodas y las decapitaciones. Quise escribir la historia de un joven común que sueña con filmar, pero que por un accidente del azar termina viviendo en Bagdad y no en un barrio de Londres. No creo que sea una historia irrespetuosa hacia los familiares de las víctimas. Es una comedia basada en el humor negro, que puede ser útil para mirar estos temas. Siempre hay que encontrar alguna manera de mirar las cosas más horribles del mundo en que vivimos. La historia es, también, una metáfora sobre la manera como la gente es arrastrada hacia una guerra. El protagonista, un personaje totalmente marginal al asunto, tiene que presenciar decapitaciones todos los días. El mundo es un lugar horrible y la guerra de Irak lo ha hecho peor. Pero nuestro gobierno participó en eso, así que deberíamos poder contar historias al respecto, no para escandalizar a la gente, sino para hacerla reflexionar.

-¿Le sigue resultando atractivo escribir sobre temas como el fundamentalismo y las dificultades de integración de los inmigrantes del sudeste asiático en Europa, cuando tantos escritores lo hacen?

-El mayor tema de nuestro tiempo sigue siendo el de la integración, aunque en Europa, cuando se habla de eso, en realidad se está hablando de las tensiones entre el islam y el liberalismo que Rushdie y yo introdujimos en el debate público, durante la década del 80, con nuestras novelas Los niños de medianoche y Ropa limpia, negocios sucios . Por supuesto que desde entonces ha aparecido una nueva generación de autores que abordan estos temas. Pero quien piensa en Europa hoy piensa en la inmigración del Tercer Mundo; es lógico que la literatura lo refleje. Acabo de terminar Something to tell you , una novela que será publicada en 2008. La obra empieza en los años 70 y termina en 2005, con las bombas en los subtes de Londres. Trata sobre un joven del sudeste asiático y su novia, y sobre un asesinato que ocurre en el pasado y los asedia en el presente. Los años 70 me gustan porque entonces yo era joven y todo me causaba una impresión profunda. He estado trabajando en esa historia durante siete u ocho años, y hoy es tan buen momento para publicarla como cuando empecé a escribirla.

-¿Por qué?

-Porque los jóvenes musulmanes sienten que solo hay dos alternativas: abrazar la cultura occidental o aislarse en el islam más reaccionario, sin ver tonos de grises.

-En ese tema, ¿se ha avanzado o se ha retrocedido desde que usted empezó a escribir?

-Hemos avanzado en algunos aspectos y retrocedido en otros. Gran Bretaña es mucho menos racista que cuando empecé a escribir, pero las comunidades islámicas que viven aquí cada vez se aíslan más. Mi padre nos crió en los años 60 para que fuéramos ante todo parte de Gran Bretaña. Hoy la identidad racial y religiosa es a menudo más importante que la identidad nacional, y si eso significa que una comunidad se cierra, es una vergüenza.

-¿Qué se puede hacer al respecto?

-No lo sé, porque cada uno es libre de vivir como se le dé la gana. La reina vive en un gueto, no se mezcla con el inglés común. No veo que esté mejor integrada que los musulmanes que viven en comunidades cerradas. Mis amigos son muy parecidos a mí, me muevo en ese círculo de personas. ¿Por qué no me integro más? Que la gente se integre no garantiza nada: los que pusieron las bombas en Londres estaban integrados, eran chicos tan ingleses como yo, inteligentes y activos. No sé qué se puede hacer como sociedad; solo sé qué puedo hacer yo: escribir historias y hacer películas que cuenten lo que pasa.

-Como su colega Salman Rushdie, a quien la reina acaba de hacer sir, desatando la ira de muchos grupos islámicos que quieren renovar la fatwa que le habían decretado por Los versos satánicos

-Sí, pero creo que todo ese escándalo pasará pronto, aunque es molesto que el tema haya resurgido. Quizás un buen consejo para Rushdie hubiese sido que no aceptara esa distinción. Pero él quería hacerlo.

-¿Cuál cree que es la responsabilidad del escritor en la situación actual?

-Vivimos un período de extremo capitalismo y religión extrema. En un escenario así, el papel del escritor consiste en ser la conciencia de su sociedad, como ocurre con Pamuk en Turquía o Mathus en Egipto. No creo que en los Estados Unidos los escritores ocupen esa posición, porque allí la sociedad es menos autoritaria, entonces se necesita menos esa actitud. Pero hay lugares donde el escritor representa la libertad de pensar, de escribir y de contar historias importantes. Vivimos en un mundo saturado de medios, de imágenes y de palabras, y como tanto de eso es basura, creo que el escritor serio es una figura importante.

-Pero a usted le gusta la televisión basura.

-¡Oh, amo la TV basura! De ahí provienen muchas ideas, las mejores diría, pero eso es otro tema. Amo Gran Hermano , nunca me lo pierdo. Porque Gran Hermano trata de observar a la gente muy de cerca y eso es lo que los escritores hacemos. Lo que más me interesa en la vida es la gente: sus hábitos, sus creencias, sus excentricidades. Si uno mira a alguien todos los días durante una hora, logra tener una idea de cómo es esa persona y puede empezar a pensar como ella, lo que es fundamental para crear personajes creíbles en la ficción. Gran Hermano es la herramienta más maravillosa jamás creada para un escritor, casi diría que nos sirve en bandeja nuestro trabajo. Lo único que me sorprende es que a la gente que trabaja en otras cosas le interesen esos programas.

-¿Y no teme que la ficción esté siendo reemplazada por estos reality shows?

-No creo que la ficción esté siendo reemplazada; el tema es que la ficción se está convirtiendo en realidad, por ejemplo, con películas como La reina , de Stephen Frears. Cada vez hay más y más películas y obras de teatro sobre personajes reales, lo cual refleja algo propio de nuestro tiempo: la obsesión por las celebridades. Todo el mundo quiere ser una celebridad, lo que en el fondo es puro deseo de ser envidiado y, por lo tanto, es ridículo.

-¿Y cómo se siente usted al ser una celebridad y ser envidiado?

-Soy envidiado, ciertamente, pero no soy una celebridad. En Inglaterra hay demasiados protagonistas de telenovelas y de reality shows para que un escritor sea tomado en cuenta. Además, no me parece una buena idea que los autores sean celebridades. Un escritor tiene que poder observar el mundo de manera anónima y vivir las vidas de los demás a través de lo que ve. Debe de ser muy difícil para alguien como Gabriel García Márquez ir por la calle de manera ignota buscando historias.

-A usted le gustaban Joyce, T. S. Eliot y Beckett, entre otras cosas porque se movían como espíritus libres, fuera de las presiones del mercado. ¿Cómo siente su situación personal?

-Los escritores somos muy conscientes de que hay un mercado, porque los editores nos lo recuerdan constantemente. A Beckett nadie lo hizo ir al Hay Festival. Ahora los escritores estamos prácticamente obligados a ir a los festivales y a aparecer en la televisión. Esto es bastante interesante. Solía ocurrir que uno se convertía en escritor porque no podía hablar, entonces se expresaba por escrito, pero ahora todos los escritores tenemos que ir por todos lados explicando por qué escribimos tal y cual cosa, y qué significa. Lo hago, pero sin comprender qué interés puede tener eso para los lectores.

-¿Se siente usado por los medios?

-Uno usa a los medios y los medios lo usan a uno. Me estás entrevistando con la esperanza de que alguien lea la nota; yo respondo con la esperanza de que alguien que lea la nota vaya y compre mis libros. El punto es que lo escrito sea de gran calidad, para no defraudar.

-¿Y cómo se garantiza la gran calidad de un escritor novel? ¿Por su talento o por su paso por un taller literario?

-A diferencia de mis hijos, que quieren ser rockeros, acabo de conseguir un trabajo de verdad. ¡Soy profesor universitario! He vuelto a enseñar, después de muchos años, en una universidad al oeste de Londres, tarea que me ha reconfirmado que los escritores no nacen: se hacen cuando tienen lectores. En ese sentido, creo que los profesores podemos ayudar. Yo soy el primer lector para mis alumnos. Leo sus manuscritos y les respondo. Así, la escritura pasa de su cuerpo al cuerpo de otro. Que las palabras salgan de ellos mismos y entren en el mundo es el primer paso para ver si tienen éxito o fracasan. Hasta entonces no significan nada.

-¿Cómo compara a las generaciones actuales de alumnos con las primeras que tuvo hace décadas? ¿Hay menos interés por la literatura debido al avance de la televisión y de Internet?

-Creo que la gente tiene tanta pasión por escribir como siempre. La diferencia es que ahora genuinamente cree que va a ser publicada y que va a poder hacer dinero con eso, lo cual es un pensamiento muy deprimente.

-¿Porque la escritura debería ser un arte puro, alejado de las preocupaciones terrenales?

-No, porque es casi imposible que lo logren. De todos modos, el placer para mí no es ver si se convierten en grandes escritores, sino ver cómo se van desarrollando. No me interesa el talento. De hecho, odio el talento.

-¿Porque significa competencia?

-No, porque los alumnos que resultan interesantes son los estúpidos, los locos, los necios. Como profesor, mi desafío es sacar de su interior cosas que nunca supieron que tenían y hacerlos pensar. Eso es lo que me gusta de mi trabajo. No estoy interesado en la buena escritura y creo que la falta de talento no debería impedir a nadie escribir.

-Además de enseñar, ¿qué está haciendo ahora que terminó Something to tell you?, ¿sigue escuchando a los Beatles?

-Cuando era joven, los Beatles eran un rayo de luz en las tinieblas, representaban una mezcla de felicidad, sexualidad y creatividad proletaria con la que me sentía totalmente identificado, que me excitaba. Así que siempre tendrán un lugar en mi corazón. Ahora ya no los escucho. Conozco tanto sus canciones que son parte de mi vida; entonces voy en busca de lo nuevo, de la música que escuchan mis hijos: el heavy metal , Goth metal y, sobre todo, el blues. Me parece fantástico que la generación de mis chicos esté escuchando blues a través de nuevas bandas, sin tener la menor idea de lo que es el blues; quizá si supieran ni los escucharían, pero que crean que están descubriendo algo nuevo resulta conmovedor. Mis chicos quieren ser músicos, son mellizos de 13 años, ya tienen su banda y son buenos. Pero me horroriza la idea de que sean rockeros, quiero que tengan trabajos de verdad.

-¿Como ser escritor?

-¿Por qué no? Nunca es rutinario, si eso es lo que temen. Ahora estoy trabajando en un nuevo film, llamado Las curvas , basado en el libreto de Così fan tutte , sobre el test de fidelidad a un tipo que está a punto de casarse. Su amigo le apuesta que la novia le será infiel antes de que pase una semana. Nunca voy a la ópera, pero me gustó este argumento y me puse a trabajar sobre él. Me gusta tener varios proyectos simultáneamente. Cuando me aburro con uno, que es lo que me suele pasar, salto a otro. Si se me va el deseo, abandono el proyecto que sea. Cuando el deseo vuelve, lo retomo.

-¿Es distinto el placer de trabajar en un guión para el cine que el de hacerlo en una novela o en relatos más biográficos, como la historia de la relación con su padre, que usted cuenta en Mi oído en su corazón?

-El placer es el mismo: contar una historia, aunque en un guión uno está fabricando un manual de instrucciones para el director de la película. La novela da otro tipo de satisfacción, porque es una obra completa cuando uno le pone el punto final.

-¿Se arrepiente de algo que haya hecho en cine?

-Jamás he tenido una mala experiencia. Creo que a eso contribuye el hecho de que tengo mucho respeto por los actores y los directores. No creo que mi trabajo sea para nada más importante que el de ellos. Me da placer trabajar en cine. Roger Michelle es un gran director, con el que ya había trabajado en La madre y El buda de los suburbios ; y ahora, en Venus, la experiencia fue formidable. Me hago amigo de los directores que trabajan conmigo, como Stephen Frears o Claude Chabrol.

-¿No le queda ninguna cuenta pendiente?

-Sí, hacer una película con Pedro Almodóvar, pero él no me necesita. Una vez me pidió que le escribiera una película, pero me agarró la honestidad y le respondí que, por el tipo de cosas que él hacía, tenía que ser una película escrita, producida y dirigida en castellano. Las ganas me quedan, me falta el idioma.

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