Música: Jane Birkin, "No sé fingir muy bien"

Nació en Londres, pero es un emblema de los años 60 en Francia. Actriz y cantante, fue esposa y criatura musical del mítico compositor Serge Gainsbourg. En cine debutó con un escándalo: fue en "Blow Up", de Antonioni, filme en el que apareció desnuda. Después simuló un orgasmo en una canción con Gainsbourg. Y no paró. En marzo dará dos conciertos en Buenos Aires.
Por: Marcos Mayer
ESPECIAL PARA CLARIN
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"Siempre quieren que hable del pasado. Es tan deprimente tener que volver siempre a esos tiempos", se ríe y se queja al mismo tiempo Jane Birkin, mientras comenta su próxima presentación en Buenos Aires, el 7 y el 8 de marzo en el escenario de la Trastienda junto a un trío de músicos "con los que no me puedo aburrir, por tan jóvenes y talentosos".
No se le escapa a esta inglesa, nacida en Londres hace 61 años, hija de una actriz y un militar, que ha quedado en el recuerdo de todos gracias a dos emblemas -muy diferentes, por cierto- de la década del 60. Por un lado, actuó en la célebre Blow Up, dirigida por el italiano Michelangelo Antonioni y basada en un cuento de Julio Cortázar (Las babas del diablo), en la que aparecía completamente desnuda (según quienes estudian este tipo de cuestiones fue la primera actriz británica en mostrar el vello púbico en una película inglesa de circulación comercial).
Por entonces estaba casada con el músico inglés John Barry -autor de la banda de sonido de James Bond, entre otras tantas músicas de películas-. "Estaba enamorada de John, cuando me ofrecieron un papel en Blow-Up. Me desafió: dijo que no me animaría a salir desnuda. Así que decidí sorprenderlo", cuenta en un inglés pronunciado a toda velocidad, con marcadas erres francesas, en el que de vez en cuando se le cuela un "sacre bleue" o un "très bien".
El otro episodio fue menos fugaz y la marcó para siempre. En verdad, "una larga historia de amor" con el cantante y compositor Serge Gainsbourg, quien en 1969 acababa de romper su relación con Brigitte Bardot. Justamente él había compuesto para la Bardot un tema destinado a ser célebre por motivos siempre extramusicales: Je t'aime, moi non plus, (yo te amo, yo tampoco) en el que la melodía se mezclaba con jadeos eróticos que simulaban un orgasmo. Pero la actriz francesa sería reemplazada en el disco y en el amor por la inglesa.
"La canción fue censurada por el Vaticano y se prohibió su difusión por la BBC. La censura a Je t'aime... fue algo maravilloso, pues fue como si Serge hubiera recibido un espaldarazo del Papa. Y de inmediato empezó a venderse de modo impresionante. Fue lo mejor que nos pudo haber pasado. Para su momento fue algo bastante lógico que se la prohibiera. Era demasiado explícita, pero no es ni por lejos mi favorita entre las composiciones de Gainsbourg".
Es verdad que aquel tema significó para Jane una popularidad tan extendida como inesperada. Aún hoy se asombra de lo ocurrido en una visita a Buenos Aires mientras visitaba una tienda de antigüedades en San Telmo: "Un hombre se me acercó y me dijo ¿eres tú?, sí soy yo, le dije. Repetimos esta conversación, si se le puede decir así, más de tres veces. Salió corriendo a comprarse un disco para que se le autografiara. Todos los clientes llegaron con el disco para que lo firmara. Cuando mi manager me dijo que íbamos a cantar en Buenos Aires, le dije que ojalá me encontrara con la gente de la tienda de antigüedades". También recuerda un largo viaje a la Patagonia y su fascinación por los pingüinos y los lobos marinos.
Más allá del escándalo de la canción y de la película del mismo título protagonizada por la pareja ("mi madre me dijo que jamás hubiera imaginado que debería ver a su hija en un cine para películas condicionadas"), lo cierto es que la posición de Gainsbourg dentro de la música francesa es más que peculiar. Al anunciar que el Museo de la Música parisino realizaría una exposición en su homenaje, luego de haber dedicado sus salas a Jimi Hendrix, John Lennon y Pink Floyd, el diario Libération lo definió de esta manera: "un provocador profesional, un seductor erotómano, un político metafísico, mundano, sin olvidar al poeta, al actor de películas de romanos, al director de cine".
Personaje poco considerado en vida, de a poco Gainsbourg fue siendo reconocido a partir de la recuperación de sus grabaciones y de un variado club de fans que incluye a Johnny Depp, Beck y los integrantes de Franz Ferdinand.
¿Qué aprendió como cantante junto a Gainsbourg?
Nada, él no quería que cambiara nada, que fuera yo, pero que hiciera lo mismo que él, que susurrara en el micrófono. No le gustaban las notas altas, su técnica era cantar muy cerca del micrófono y quería que yo cantase como un chico. Creo que tenía razón. En esos tiempos sólo grabábamos discos, no nos presentábamos en vivo. Quería aprovechar la emoción de la primera toma. Creo que en el cine o en una grabación no hay que ser demasiado perfecto, porque la perfección lleva al aburrimiento.
¿Qué piensa del rescate que se está haciendo de su obra?
Estaría tan contento y sorprendido de saber que su música ha cruzado las fronteras. Solía decir que era mejor ser un rey en su país que uno más en el reino de otro. Tendría sesenta este año (qué digo, ochenta) y se sentiría feliz al ver que lo entienden. Estaba veinte años adelantado a todos los demás. Como Modigliani, que no fue muy conocido en su época. Antes de morir estaba preparando una grabación con jazzmen de Nueva Orleáns. Se hubiera adelantado en veinte años a la gente que hoy adora el jazz. Creo que lo que sucedió, tanto con los franceses como con los americanos, es que jamás tuvieron alguien como él, tan original.
Jane Birkin cita al filósofo Gilles Deleuze, quien dice que aquellos que cambian las cosas son los que traen nuevas ideas. Algo de lo que nadie haya hablado antes, que no copie lo que hacen los demás. "Es como con Kafka. Tenía una gran cultura pero no andaba exhibiéndose, por eso podía comunicarse con gente de distintas clases sociales".
En algún momento usted se planteó dejar de cantar sus canciones. Y ahora el recital que dará en Buenos Aires anuncia una mayoría de composiciones de Gainsbourg...
Tal vez en algún momento pensé en no cantar más a Serge. Pero él suponía que yo iba a seguir cantando sus canciones y tenía razón. Lo sabía cuando escribió las composiciones que están en el último disco que grabé antes de que muriera, y cuando me regaló un diamante tres días antes de su muerte.
Algunos dicen que tiene usted una voz infantil.
No tengo una voz infantil, diría que mi voz es muy anticuada, probablemente porque abandoné Inglaterra hace cuarenta años. Y la gente le gusta como canto, porque creo que ya casi nadie habla de esa manera.
¿Se considera una actriz que canta?
No creo ser una muy buena actriz. No soy muy buena componiendo personajes, como Maggie Smith o Cate Blanchett que pueden interpretar casi cualquier papel. Estoy muy bien en Boxes (ver Su debut como directora), porque soy yo misma. Es el único papel en que me reconozco. No sé fingir muy bien. Sobre el escenario tienes que ser tú. No soy una gran intérprete. Lo mío es saber comunicar mensajes de otras personas. He estado en lugares felices y en lugares tristes y he descubierto que la gente que ha sufrido entiende mejor el sufrimiento, que es lo que me ha pasado al ir a Argelia, o a Ruanda.
Desde su sitio en Internet, Jane Birkin convoca a apoyar causas humanitarias y es en ese trabajo que descubre una continuidad con los 60 y con ese pasado con el que coquetea. "Lo que se produjo en los 60 fue un cambio, un tiempo mágico que quedó atrás. Y cambiaba el modo de hablar, todos tenían acento cokney, Twiggy, Rita Tushingman. La moda que trajo Mary Quant con las minifaldas y los hot pants, los Beatles, todo eso era accesible a la juventud. Antonioni hizo Blow Up en Londres, porque Inglaterra vivía su momento de renacimiento. Y en Francia, hubo otras connotaciones con el Mayo del 68, se trataba no de hacer sólo un mundo mejor, sino promover una revolución, con perspectivas sociales, bajo la luz del maoísmo. Me lo perdí todo porque los productores me fletaron en un taxi a Londres luego del estreno de Blow Up y su escandalete. Creo que el espíritu de esos años permanece, para bien pese a lo que diga Sarkozy. Lo sentí cuando viajé a Sarajevo, cuando la gente se interesa por otras personas en situaciones como las de Ruanda, en las manifestaciones contra Putin. Creo que hay una continuidad moral con los 60", concluye como si siguiera hablando de sí misma.
No se le escapa a esta inglesa, nacida en Londres hace 61 años, hija de una actriz y un militar, que ha quedado en el recuerdo de todos gracias a dos emblemas -muy diferentes, por cierto- de la década del 60. Por un lado, actuó en la célebre Blow Up, dirigida por el italiano Michelangelo Antonioni y basada en un cuento de Julio Cortázar (Las babas del diablo), en la que aparecía completamente desnuda (según quienes estudian este tipo de cuestiones fue la primera actriz británica en mostrar el vello púbico en una película inglesa de circulación comercial).
Por entonces estaba casada con el músico inglés John Barry -autor de la banda de sonido de James Bond, entre otras tantas músicas de películas-. "Estaba enamorada de John, cuando me ofrecieron un papel en Blow-Up. Me desafió: dijo que no me animaría a salir desnuda. Así que decidí sorprenderlo", cuenta en un inglés pronunciado a toda velocidad, con marcadas erres francesas, en el que de vez en cuando se le cuela un "sacre bleue" o un "très bien".
El otro episodio fue menos fugaz y la marcó para siempre. En verdad, "una larga historia de amor" con el cantante y compositor Serge Gainsbourg, quien en 1969 acababa de romper su relación con Brigitte Bardot. Justamente él había compuesto para la Bardot un tema destinado a ser célebre por motivos siempre extramusicales: Je t'aime, moi non plus, (yo te amo, yo tampoco) en el que la melodía se mezclaba con jadeos eróticos que simulaban un orgasmo. Pero la actriz francesa sería reemplazada en el disco y en el amor por la inglesa.
"La canción fue censurada por el Vaticano y se prohibió su difusión por la BBC. La censura a Je t'aime... fue algo maravilloso, pues fue como si Serge hubiera recibido un espaldarazo del Papa. Y de inmediato empezó a venderse de modo impresionante. Fue lo mejor que nos pudo haber pasado. Para su momento fue algo bastante lógico que se la prohibiera. Era demasiado explícita, pero no es ni por lejos mi favorita entre las composiciones de Gainsbourg".
Es verdad que aquel tema significó para Jane una popularidad tan extendida como inesperada. Aún hoy se asombra de lo ocurrido en una visita a Buenos Aires mientras visitaba una tienda de antigüedades en San Telmo: "Un hombre se me acercó y me dijo ¿eres tú?, sí soy yo, le dije. Repetimos esta conversación, si se le puede decir así, más de tres veces. Salió corriendo a comprarse un disco para que se le autografiara. Todos los clientes llegaron con el disco para que lo firmara. Cuando mi manager me dijo que íbamos a cantar en Buenos Aires, le dije que ojalá me encontrara con la gente de la tienda de antigüedades". También recuerda un largo viaje a la Patagonia y su fascinación por los pingüinos y los lobos marinos.
Más allá del escándalo de la canción y de la película del mismo título protagonizada por la pareja ("mi madre me dijo que jamás hubiera imaginado que debería ver a su hija en un cine para películas condicionadas"), lo cierto es que la posición de Gainsbourg dentro de la música francesa es más que peculiar. Al anunciar que el Museo de la Música parisino realizaría una exposición en su homenaje, luego de haber dedicado sus salas a Jimi Hendrix, John Lennon y Pink Floyd, el diario Libération lo definió de esta manera: "un provocador profesional, un seductor erotómano, un político metafísico, mundano, sin olvidar al poeta, al actor de películas de romanos, al director de cine".
Personaje poco considerado en vida, de a poco Gainsbourg fue siendo reconocido a partir de la recuperación de sus grabaciones y de un variado club de fans que incluye a Johnny Depp, Beck y los integrantes de Franz Ferdinand.
¿Qué aprendió como cantante junto a Gainsbourg?
Nada, él no quería que cambiara nada, que fuera yo, pero que hiciera lo mismo que él, que susurrara en el micrófono. No le gustaban las notas altas, su técnica era cantar muy cerca del micrófono y quería que yo cantase como un chico. Creo que tenía razón. En esos tiempos sólo grabábamos discos, no nos presentábamos en vivo. Quería aprovechar la emoción de la primera toma. Creo que en el cine o en una grabación no hay que ser demasiado perfecto, porque la perfección lleva al aburrimiento.
¿Qué piensa del rescate que se está haciendo de su obra?
Estaría tan contento y sorprendido de saber que su música ha cruzado las fronteras. Solía decir que era mejor ser un rey en su país que uno más en el reino de otro. Tendría sesenta este año (qué digo, ochenta) y se sentiría feliz al ver que lo entienden. Estaba veinte años adelantado a todos los demás. Como Modigliani, que no fue muy conocido en su época. Antes de morir estaba preparando una grabación con jazzmen de Nueva Orleáns. Se hubiera adelantado en veinte años a la gente que hoy adora el jazz. Creo que lo que sucedió, tanto con los franceses como con los americanos, es que jamás tuvieron alguien como él, tan original.
Jane Birkin cita al filósofo Gilles Deleuze, quien dice que aquellos que cambian las cosas son los que traen nuevas ideas. Algo de lo que nadie haya hablado antes, que no copie lo que hacen los demás. "Es como con Kafka. Tenía una gran cultura pero no andaba exhibiéndose, por eso podía comunicarse con gente de distintas clases sociales".
En algún momento usted se planteó dejar de cantar sus canciones. Y ahora el recital que dará en Buenos Aires anuncia una mayoría de composiciones de Gainsbourg...
Tal vez en algún momento pensé en no cantar más a Serge. Pero él suponía que yo iba a seguir cantando sus canciones y tenía razón. Lo sabía cuando escribió las composiciones que están en el último disco que grabé antes de que muriera, y cuando me regaló un diamante tres días antes de su muerte.
Algunos dicen que tiene usted una voz infantil.
No tengo una voz infantil, diría que mi voz es muy anticuada, probablemente porque abandoné Inglaterra hace cuarenta años. Y la gente le gusta como canto, porque creo que ya casi nadie habla de esa manera.
¿Se considera una actriz que canta?
No creo ser una muy buena actriz. No soy muy buena componiendo personajes, como Maggie Smith o Cate Blanchett que pueden interpretar casi cualquier papel. Estoy muy bien en Boxes (ver Su debut como directora), porque soy yo misma. Es el único papel en que me reconozco. No sé fingir muy bien. Sobre el escenario tienes que ser tú. No soy una gran intérprete. Lo mío es saber comunicar mensajes de otras personas. He estado en lugares felices y en lugares tristes y he descubierto que la gente que ha sufrido entiende mejor el sufrimiento, que es lo que me ha pasado al ir a Argelia, o a Ruanda.
Desde su sitio en Internet, Jane Birkin convoca a apoyar causas humanitarias y es en ese trabajo que descubre una continuidad con los 60 y con ese pasado con el que coquetea. "Lo que se produjo en los 60 fue un cambio, un tiempo mágico que quedó atrás. Y cambiaba el modo de hablar, todos tenían acento cokney, Twiggy, Rita Tushingman. La moda que trajo Mary Quant con las minifaldas y los hot pants, los Beatles, todo eso era accesible a la juventud. Antonioni hizo Blow Up en Londres, porque Inglaterra vivía su momento de renacimiento. Y en Francia, hubo otras connotaciones con el Mayo del 68, se trataba no de hacer sólo un mundo mejor, sino promover una revolución, con perspectivas sociales, bajo la luz del maoísmo. Me lo perdí todo porque los productores me fletaron en un taxi a Londres luego del estreno de Blow Up y su escandalete. Creo que el espíritu de esos años permanece, para bien pese a lo que diga Sarkozy. Lo sentí cuando viajé a Sarajevo, cuando la gente se interesa por otras personas en situaciones como las de Ruanda, en las manifestaciones contra Putin. Creo que hay una continuidad moral con los 60", concluye como si siguiera hablando de sí misma.
Una mujer espiada
por Pablo Schanton
Birkin, la espiada. Desnuda, en Blow Up (66) y en bikini, en La piscina (69); pero sobre todo en Wonderwall (68, Joe Massot), donde un voyeur se obsesiona con Jane. "Me gustan las mujeres como objeto", confesaba Gainsbourg. Y agregaba, como explicación de la canción a dueto con la Birkin, Je t' aime... moi non plus: "Las chicas dicen 'Te amo' durante el sexo y los hombres, con su ridícula virilidad, no les creen. Piensan que ellas lo dicen como resultado de su placer". Para los hombres, la liberación femenina trajo una pregunta: "¿Qué siente una mujer?". Serge le hace cantar a Birkin un diálogo entre hombre y mujer que, aún en plena relación sexual, no existe: "El amor físico es un callejón sin salida", se oye. La película de Gainsbourg del mismo título que el tema, de 1976, muestra a una Birkin bautizada Johnny porque "No tengo tetas, y mi culo es muy grande". Ella no consigue el orgasmo hasta que prueba con el sexo anal. Gainsbourg filma detrás de cámara... Espiando a una mujer que al fin siente como a él le gustaría.
Amiga de los grandes
Si bien el recital que presentará en Buenos Aires recorrerá su carrera con muchos temas de Gainsbourg, en los últimos años Jane editó dos discos que demuestran que volvió para quedarse. Rendez-vous (del 2004) es un disco de dúos donde comparte voz nada menos que con Brian Ferry, Caetano (con quien hace una sorprendente versión de Leaozinho), con Manu Chao y con una compañera de generación, Françoise Hardy, además de un rap con Mickey 3D, quien le dice asombrado que ha envejecido para estar aún más bella.
Dos años después volvió a los estudios para grabar, esta vez en solitario, covers de Tom Waits y de Neil Young, además de los temas que le compusieron especialmente Rufus Wainwright y Arthur H, Dominique.
Dos años después volvió a los estudios para grabar, esta vez en solitario, covers de Tom Waits y de Neil Young, además de los temas que le compusieron especialmente Rufus Wainwright y Arthur H, Dominique.
Su debut como directora
En 2007, Birkin estrenó Boxes, su primera película como directora y guionista, después de haber actuado en más de cincuenta films, a las órdenes, entre otros, de Godard, Tavernier y, obviamente, Gainsbourg. El guión, autobiográfico, relata la historia de una mujer de 45 años, enfrentada a la crisis de la imposibilidad de seguir teniendo hijos.
"No me gustaba actuar en el filme y le pedí a Geraldine Chaplin que interpretara mi papel. Me dijo que ya no tenía edad para hacerlo y que interpretaría a mi madre. Y Michel Piccoli sugirió que haría el papel de mi padre. Conté con los actores más talentosos, pues también estuvo John Hurt. Era un guión muy complicado, todo estaba escrito de antemano y nada debía agregarse durante la filmación. El filme se hizo porque los actores quisieron hacerlo. Ninguna cadena de televisión quiso poner dinero en la película. Quieren que escribas libros sobre tu pasado o que des entrevistas, pero ni hablar de poner plata en tus proyectos".
"No me gustaba actuar en el filme y le pedí a Geraldine Chaplin que interpretara mi papel. Me dijo que ya no tenía edad para hacerlo y que interpretaría a mi madre. Y Michel Piccoli sugirió que haría el papel de mi padre. Conté con los actores más talentosos, pues también estuvo John Hurt. Era un guión muy complicado, todo estaba escrito de antemano y nada debía agregarse durante la filmación. El filme se hizo porque los actores quisieron hacerlo. Ninguna cadena de televisión quiso poner dinero en la película. Quieren que escribas libros sobre tu pasado o que des entrevistas, pero ni hablar de poner plata en tus proyectos".
La bella y la bestia
por Mariano del Mazo
Serge Gainsbourg siempre la fue de galán feo y recio. Sus conquistas apuntaban a mujeres que hacían contrastar su imagen de desdeñosa bohemia. Primero fue Brigitte Bardot en su mejor momento, que no es decir poco. Y después esta inglesita inolvidable, Jane Birkin. Jugaban a la bella y la bestia. Potenciaban sus talentos. Postal de época, iban de la revolución a la mueca naive, del juego erótico al eslogan. Había algo irresistible en esa química. Su arte cabía en el arco comprendido entre la feroz Je t'aime... moi non plus y la melosa Di Doo Dah, casi un jingle de publicidad de jabón.

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