Cultura: Lectura reciclada con mucho arte

Su Blackwell crea esculturas de papel, que vende hasta por 6.000 euros, utilizando libros antiguos
INÉS MARTÍN RODRIGO | MADRID
Su Blackwell es una joven británica de 33 años, feroz devoradora de libros y artista potencialmente original. Bien es cierto que la originalidad es una característica propia de todo artista que se precie, pero en el caso de Blackwell dicha originalidad tiene un matiz literario. Y es que en los últimos meses ha logrado montar un auténtico estudio en Londres con esculturas de papel que crea a partir de libros antiguos y después lleva a vender por el precio nada desdeñable de 6.000 euros.
Blackwell obtiene su material mediante las frecuentes visitas que realiza a las muchas «librerías de viejo» que pueblan los barrios londinenses. Una vez seleccionados los arrastra hasta su estudio, donde pasa meses de cuidadoso y delicado trabajo transformando las novelas «elegidas» en una hermosa escultura de papel. Para ello usa como único material las páginas de papel, amarillentas y consumidas por el polvo, que con sumo cuidado corta del libro.
Semillas artísticas
La naturalidad de las obras es tal que emergen, como si de semillas se tratase, de las páginas que en su día fueron codiciados objetos literarios. No en vano, la artista ha confesado a un rotativo inglés que consigue la inspiración para cada obra del título, párrafos enteros e incluso fotografías del interior de las novelas. Así, por ejemplo, la obra «Through the looking glass» surgió del libro del mismo nombre de Lewis Carroll, mientras que «Wild flowers» lo hizo de una «Guía campestre para plantas salvajes» publicada en Reino Unido. En una visita a su estudio también podríamos encontrar maravillosas esculturas basadas en los mágicos cuentos de hadas de Hans Christian Andersen e incluso otras, menos misteriosas, en las que ha recreado edificios sacados de guías de viaje.
Pero esta artista del reciclaje no obtiene todo su material de la compra al por mayor en «librerías de viejo». También recibe literarios regalos de familiares y amigos y hasta recoge sus criaturas de la calle. «Rastreo librerías de segunda mano y a veces paso horas mirando los libros», confesó Blackwell al Telegraph. «El libro tiene que conectar conmigo de algún modo, necesito esa chispa de inspiración. Comencé a sentirme culpable por cortar los libros en pedazos, pero se me pasó al saber que estaba creando algo mágico y bello. Me consuelo pensando que la mitad de los libros han caído en el olvido durante años e incluso algunos estuvieron a punto de ser tirados y destruido para siempre».
Todo surgió en un oportuno viaje que la joven realizó por el lejano oriente. Allí comprobó cómo utilizaban papel en ceremonias espirituales «para marcar el paso a la muerte». Blackwell ya trabajaba con objetos viejos, como ropa usada que encontraba por casa, y el descubrimiento oriental le recordó a su propio arte, al darles una «nueva oportunidad de vivir». Pero Su decidió ponerse manos cuando descubrió, en una librería de Tailandia, un libro marcado a lápiz en escritura tailandesa. Aquella novela, propiedad del anterior dueño de la librería, marcó para siempre la vida artística de Blackwell y el destino de cientos de libros.

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