Arte: Renace la montaña sagrada de Chillida

Eduardo Chillida, frente a la montaña de Tindaya en Fuerteventura, en 1996.- JESÚS URIARTE



Una reunión entre la familia y el Gobierno canario reflota el proyecto de Tindaya

SOFÍA MENÉNDEZ / ISABEL LANDA - Fuerteventura / San Sebastián - 19/01/2011






Tindaya fue un sueño visionario de Eduardo Chillida que acabó por convertirse en pesadilla. Según él mismo reconocía, le provocaba insomnio y una "extraña úlcera". El sueño -que nació en 1985 de un verso ("lo profundo es el aire") de Cántico, de Jorge Guillen, y de una visión nocturna (una montaña despojada de su interior para que el espacio entrara en ella, un homenaje a la pequeñez que nos une a todos los hombres)- encontró su montaña sagrada en 1994 en la isla de Fuerteventura. Chillida descartó parajes de Sicilia, Finlandia y Suiza al enamorarse de una tierra de basalto que a la larga le provocaría más de un disgusto. El artista entró en una eterna polémica que paralizó de manera sincopada su idea más ambiciosa y que hasta ayer mismo parecía nuevamente enterrada. Pero 16 años después de que empezara todo -y 20 días después de que cerrara el museo Chillida-Leku- la montaña mágica de Chillida revive.

La reunión que mantuvieron ayer en San Sebastián la familia Chillida con el presidente de Gobierno de Canarias, Paulino Rivero y su consejero de medioambiente, Domingo Berriel, despertó todas las esperanzas y, también, todas las alarmas. El plan es convocar en un plazo de dos meses el concurso público para la adjudicación de la obra, cuya realización costaría 75 millones de euros. Tal y como lo ideó Chillida, el proyecto consistía en horadar en el corazón de la montaña una cavidad cúbica de 50 metros de lado excavada a pico. Sin embargo, tras las primeras evaluaciones técnicas, se determinó que el cubo no podría tener unas dimensiones que excedieran los 40 metros de lado y además debería realizarse previamente una estructura de vigas y cemento para soportar el peso de la montaña, pues ésta no es de piedra maciza íntegramente.
En los últimos años no han faltado ni las polémicas ni los problemas judiciales: extrañas desapariciones de partidas millonarias, cuantiosas indemnizaciones y oportunos cambios legislativos para soslayar las numerosas figuras de protección con que cuenta Tindaya (el Gobierno autonómico cambio recientemente el catálogo de especies amenazadas de Canarias y ha aprobado unas nuevas normas de conservación de la montaña).
Por un lado, la voluntad del artista y el deseo de realizar su obra más ambiciosa con el apoyo de los políticos locales. Por otro, la contestación de ecologistas, arqueólogos, gemólogos y antropólogos que han defendido que vaciar Tindaya (montaña sagrada que emerge en un territorio llano cuyos acantilados parecen cambiar de color según pasan las horas del día) es un atentado al patrimonio cultural y natural de las islas. En 2008, un informe del Defensor del Pueblo cuestionaba una obra que dañaría 217 grabados rupestres podomorfos declarados Bien de Interés Cultural.
Pero el Gobierno canario relanza ahora el proyecto asegurando que su coste lo sufragarán las empresas constructoras a cambio de una concesión de la explotación del monumento y calcula que los gastos se costearán con la venta de las entradas al público. Para los detractores, sin embrago, es inverosímil suponer una afluencia de visitantes tan enorme como para, ni siquiera, amortizar los 75 millones de euros presupuestados para su realización. Y, más aún, cuando el propio museo de Chillida-Leku ha tenido que cerrar sus puertas debido, precisamente, a la falta de visitantes.
Pero según lo acordado ayer en San Sebastián, tras un concurso y en un plazo de dos meses, se dará inicio al vaciado de la montaña. Eduardo Chillida, director de Chillida Leku y uno de los ocho hijos del escultor, aseguró que reactivar Tindaya ahora solo es una casualidad. "Llevamos tiempo hablando y se han ido dando los pasos necesarios, como la declaración de impacto ambiental, que era un tema imprescindible. Ha sido una casualidad, solo eso. Tindaya es un regalo que se hizo a Canarias y solo tendremos la cesión de los derechos de propiedad intelectual como obra de nuestro padre, pero no tiene una contraprestación económica".





Hace años tuve una intuición

EDUARDO CHILLIDA 19/01/2011




Hace años tuve una intuición que, sinceramente, creí utópica. Dentro de una montaña, crear un espacio interior que pudiera ofrecerse a los hombres de todas las razas y colores, una gran escultura para la tolerancia.

Un día surgió la posibilidad de realizar la escultura en Tindaya, en Fuerteventura, la montaña donde la utopía podía ser realidad. La escultura ayudaba a proteger la montaña sagrada. El gran espacio creado dentro de ella no sería visible desde fuera, pero los hombres que penetraran en su corazón verían la luz del Sol, de la Luna, dentro de una montaña volcada al mar, y al horizonte, inalcanzable, necesario, inexistente...
El apoyo dado por el Gobierno de Canarias a la idea escultórica reforzó mi ilusión. Creí que la obra no suscitaría controversia en el pueblo canario, al que pensé donar la escultura y mi trabajo en ella. Pero he comprobado que el proyecto escultórico despierta en muchos resquemores y suspicacias imprevistos, una oposición difícil de evaluar ahora en su verdadera importancia, pero suficiente para mermar mi entusiasmo hasta desistir de la realización de la obra. Sin embargo, creo que sería muy positivo mostrar al pueblo canario y al mundo en una exposición de maquetas y dibujos lo que se pretendía hacer en Tindaya.
La escultura está concebida como un monumento a la tolerancia y es una obra para el pueblo canario. No deseo, pues, que sirva como elemento de división, y menos aún como piedra de escándalo arrojada en luchas políticas, que no comprendo y en las que no deseo verme envuelto.
Solo me interesa el debate artístico, que, lamentablemente, no se ha producido. No he oído ni leído ninguna crítica desfavorable de la escultura que haya sido realizada por alguien que verdaderamente conozca el proyecto. Pero sé que algunas personas que lo desconocen han afirmado que la obra destrozaría la montaña, cuando mi obra lo que quería era salvarla.
Quizá la utopía no pueda ser nunca realidad. Quizá otros lo consigan en otro lugar. O quizá la escultura, ese espacio amplio y profundo, accesible a la luz del Sol y de la Luna, lugar de encuentro de los hombres, pueda llegar al corazón de la montaña sagrada de Tindaya.

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