Literatura: Otra resistencia alemana

Kurt von Hammerstein (a la derecha).- ULLSTEIN BILD

CECILIA DREYMÜLLER 30/07/2011




Narrativa. No hay en el siglo XX en la historia de Alemania una época más trascendente y fascinante que la de entreguerras. Las repercusiones de los "dorados años veinte", con sus terribles convulsiones políticas y sociales -cuando se establece y malogra trágicamente la República de Weimar, y se combaten a muerte comunistas, socialistas y nacionalsocialistas-, llegan hasta nuestros días. Pero mientras las nefastas consecuencias del fracaso democrático de los alemanes son de sobra conocidas, lo es menos un personaje clave que tal vez podría haberlas evitado: Kurt von Hammerstein, el jefe del Estado Mayor del Ejército alemán entre 1930 y 1933, y uno de los militares más influyentes de la joven República de Weimar. Pero Hammerstein (y su muy activa familia) consiguieron tan bien mantenerse en un segundo plano que ni siquiera los historiadores se han fijado en él. Ha tenido que venir Hans Magnus Enzensberger para sacarlo de la penumbra de la historia y encararle a él y a sus hijos en "conversaciones póstumas" a las preguntas de la posterioridad. ¿Qué habría sido si Hammerstein convence al presidente Hindenburg del grave error de nombrar a Hitler canciller del Reich? ¿Cómo habría terminado la jugada si el general actúa contra Hitler en la reunión secreta, en 1933, donde éste le reveló sus planes? ¿Cuándo podría haber terminado la guerra si logra su plan de arrestar al Führer en 1939 en una visita al frente occidental? Son preguntas que surgen tras la lectura de este excitante libro, que mezcla elementos reales y ficticios en una crónica familiar, en la que las dos hijas comunistas y los dos hijos partícipes del atentado de Stauffenberg juegan importantes papeles secundarios. El máximo mérito de Hammerstein o el tesón consiste tal vez en perfilar con nitidez las contradicciones de esta época de violentas crisis. Pues Hammerstein, un hombre moralmente intachable, un demócrata convencido y un militar racionalista, mantiene desde el principio una distancia irónica hacia el nacionalsocialismo. "En Múnich un cabo Hitler se ha vuelto loco" es su único comentario al Putsch de 1923. Considerado unánimemente por sus contemporáneos un analista político tan perspicaz como franco -"el noventa y ocho por ciento del pueblo alemán está borracho", se atrevió a decir en una reunión de oficiales tras la toma de poder de Hitler-, tuvo que plegarse al hecho de que el Ejército iba perdiendo fuerza como factor político autónomo. "No se observa ninguna corriente política activa entre los oficiales competentes. En lo tocante a su posición respecto al régimen, ellos también son completamente pasivos". Al darse cuenta de la situación, Hammerstein, relegado del mando del Estado Mayor en 1934, se retira de la vida pública y se va a cazar con sus amigos aristócratas. No obstante, no deja de expresar abiertamente su desprecio por los "farsantes y bandidos", nunca abandona su resistencia pasiva. Y a pesar, o tal vez a causa de su oposición inquebrantable, Hammerstein, y su familia, sobreviven. Es esto lo que vuelve su caso especialmente significativo y lo que atrajo al autor, como confiesa en una charla póstuma con Helga von Hammerstein, hija del general: "La historia de su familia me interesa porque dice mucho sobre cómo alguien pudo soportar el Gobierno de Hitler sin capitular". Menos relevantes para este asunto resultan las farragosas excursiones en las intrigas mortales del partido comunista en las que Enzensberger se pierde a lo largo de medio centenar de páginas. También puede extrañar, en un autor de una bibliografía tan "izquierdista" como la suya, la poca consideración dispensada a la República de Weimar, cuando se dedica tanta atención a los detalles decorativos del mundillo exquisito de la nobleza alemana en el que se mueve la familia Hammerstein. Aun así, Hammerstein o el tesón se lee con palpitante interés, no como último cuando se explica por qué no es una novela, pues presenta a un antihéroe sumamente particular, quien hizo suyo el lema: "El miedo no es una visión del mundo".






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