Benjamín Labatut, bajo la alfombra de la Historia
En Un verdor terrible, el escritor chileno disecciona los avatares de la ciencia del siglo XX y sus truculencias.
Por Javier Mattio
La fisicoquímica narrativa diseña un artefacto implosivo en Un verdor terrible, tercer libro del holandés radicado en Chile Benjamín Labatut (1980). El arte, la ciencia, la industria militar y la conquista del absoluto tejen una semblanza de estertores macabros en las intervenciones del volumen, estallido tóxico que se expande en ondas sobre el terreno diezmado.
Así, las 30 corrosivas páginas del introductorio “Azul de Prusia” avanzan sin respiro entre personajes, épocas y anécdotas a modo de triturador enciclopédico, una aspiradora entrópica que absorbe la ironía, el patetismo y la mugre agazapadas bajo la alfombra inerte de la Historia.
Un hermético compuesto de laboratorio puede de igual manera desembocar en cromatismo pictórico, pesticida rural o arma de destrucción masiva: creado azarosamente en 1704 por el fabricante de pinturas suizo Johann Jacob Diesbach y su asistente alquimista Johann Conrad Dippel, el azul de Prusia reemplaza al renacentista ultramarino dejando exhibir su aura en las bellas olas de Hokusai o los cielos de Van Gogh.
Una mueca siniestra del devenir provoca que en 1782 el sueco Carl Wilhelm Scheele revuelva un pote del color con una cuchara sulfúrica y cree el ácido prúsico, “el veneno más importante de la edad moderna”; en el siglo XX, el Premio Nobel Fritz Haber concibe en solución derivada el gas sarín, mostaza y cloro, implementado a sangre fría para desintegrar tropas enteras en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Su legado final es el Zyklon, cianuro que pasa de aniquilar plagas a gasear a sus propios descendientes judíos en los mortíferos campos de exterminio del nazismo.
Liberadas de su asepsia microscópica y espolvoreadas en el ancho fluir de las efemérides, las sustancias se vuelven conductos subterráneos de hallazgos sensacionalistas, paradojas brutales, moralejas mórbidas de la extinción humana. Lejos de la agridulce melancolía de W.G. Sebald, el artificio demoníaco de Labatut gira en torno a un vacío de horror vertiginoso, un estruendo heavy metal que –como ya sugería su debut La Antártica empieza aquí (2012)– se hace eco de las trasposiciones bélicas y agujeros negros de Roberto Bolaño.
La asociación se torna evidente en los apartados siguientes, una seguidilla de biografías que repasan con impostura apócrifa el trazado tragicómico de la física contemporánea: al introducir a sus protagonistas científicos en el tubo de ensayo de la literatura, Labatut proyecta sobre la cuántica una sombra quijotesca.
Matemáticos como artistas dementes, vanguardistas de pizarrón consagrados a conjugar la realidad en una abstracción: Karl Schwarzschild, Alexander Grothendieck, Erwin Schrödinger y Werner Heisenberg integran la casuística prometeica que tiene a Albert Einstein como apaciguador secundario de tanta anarquía relativista. “¡Dios no juega a los dados con el universo!”, exclama el genio alemán en la conferencia Solvay, convertida en un debate entre bandos eminentes que hace temblar los cimientos del espacio-tiempo. El reto acalla como balde de agua helada la competencia entre Schrödinger y Heisenberg, prodigios que amenazan desentrañar las reglas del azar.
No es de extrañar que sus historias estén ligadas al misticismo, la enfermedad y el sacrificio, derrotero errático del que Un verdor terrible se apropia para desplegar su cruel sátira epistemológica.
Los retratos más elocuentes son los de Schwarzschild, que pergeña su “singularidad” –una figura del infinito– dibujando espirales que se salen de los bordes de su cuaderno mientras los morteros del frente francés lo rozan de cerca; y Grothendieck, que revoluciona la geometría con su “corazón del corazón”, entidad ubicua que lo empuja a la ascesis: acaba residiendo en un pueblo sin luz ni agua potable, en una cabaña infestada de pulgas.
Primero explosión atómica y luego reconstrucción histórica, Un verdor terrible arrastra sus raíces hasta el presente, donde las consecuencias de elucidar lo imposible se cifran en un destino tan tecnológico como vegetal.
Un verdor terrible, Benjamín Labatut. Anagrama, 224 págs.
https://www.clarin.com/revista-enie/literatura/benjamin-labatut-alfombra-historia_0_QJ6sPcf5G.html
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