"La enfermedad de escribir" de Charles Bukowski

 


En La enfermedad de escribir, el investigador y crítico Abel Debritto ha rastreado la correspondencia inédita de Carles Bukowski para seleccionar aquellas cartas en las que reflexionaba -intercambiando pareceres, anécdotas y por supuesto diatribas e insultos varios con algunos de los editores que tuvo a lo largo de los años, colegas como Ferlinghetti o Hilda Doolittle, críticos y amigos- acerca del trabajo del escritor con especial énfasis en la poesía. Aquí se publican algunos fragmentos significativos donde cuenta sus inicios en la escritura, los rechazos de las revistas, cómo concibió La senda del perdedor y opina sobre un acto de censura sobre uno de sus libros en Alemania.  

 
 
 

Si necesitas una semblanza… tal vez consigas sacar algo en claro de este caos. Nací el 16-8-1920 en Andernach, Alemania, pero no hablo nada de alemán, y mi inglés deja mucho que desear. Los editores me dicen, sin que venga a cuento, Bukowski, no sabes deletrear ni escribir a máquina y sigues usando la misma maldita cinta. Es que no saben que esa cinta se me enredó en el cordón umbilical y que desde entonces he intentado regresar con mi madre. Deletrear bien me aburre, creo que las palabras son más bonitas y poderosas cuando se escriben mal. Pues nada, ya soy un tipo mayor: 40 añitos. Estoy más acostumbrado a los gritos y a las situaciones difíciles que cuando tenía 14 y mi viejo me daba palizas a base de bien sin miramientos. ¿Por dónde íbamos? Le daré otro sorbo a la cerveza… Targets ha aceptado seis poemas míos para el número de diciembre. “Horse on fire”, “Pull me thru the Temples” y otras porquerías. Me publicarán otro poema, “Japanese wife”, en el número de septiembre. No está nada mal y así tendré ganas de vivir tres o cuatro semanas más. Te lo cuento porque me hace feliz a mi manera y estoy bebiendo cerveza. No me interesa tanto la fama como la sensación de que no estoy loco y de que las cosas que digo se entienden. Qué buena está la cerveza mientras miro por la ventana soleada, ni una mujer por aquí, joder, ni caballos que ganan por los pelos, ni cáncer, ni Rimbaud ni DeMass pudriéndose de sífilis, solo flores de color naranja sin abejas y el césped de California pudriéndose sobre los huesos californianos putrefactos. Un momento. Abro otra cerveza. Iré tres o cuatro días a Del Mar para ganar el dinero del alquiler, he ideado un nuevo sistema para ganar las carreras por los pelos.

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¿Por dónde íbamos? Por Dios. Pues bien, mientras trabajaba escribí un par de poemas, me los publicaron en Matrix, y luego me aburrí de la poesía y empecé a meterle mano a los cuentos. Por cierto, acabo de recibir una carta de (Evelyn) Thorne, quien publica mis poemas más clásicos y afectados (mierda, escribo de cualquier manera, no tengo remedio), y me puso de vuelta y media por maldessir. Un momento. A ver. Los cuentos. Whit Burnett, de la legendaria revista Story, publicó mi primer relato en 1944. Tenía 24 años y vivía en Greenwich Village, en Nueva York, y ya el primer día me di cuenta de que el Village estaba muerto, era el espejismo de los viejos tiempos. Joder, qué farsa. Recibí una carta de una agente que me invitaba a comer y a tomar una copa. Quería hablar conmigo y ser mi agente. Le dije que no estaba preparado para verla, que no sabía escribir y me despedí, y me puse a beber vino debajo de la cama. Acabé en uno de los locales religiosos de Father Divine a las 6 de la madrugada, borracho, en la calle (me había dejado las llaves dentro de casa) y muriéndome de frío en mangas de camisa. ¿Me habías pedido una semblanza,Webb?

Pues nada, publiqué algún que otro cuento aquí y allá, no muchos. Los enviaba por correo a Atlantic Monthly, y si no los aceptaban los rompía. No sé cuántas miles de obras maestras rompí. Varias personas me han pedido que escriba una novela. Que les den. No escribiría una novela ni aunque me lo suplicara Jruschov. Mandé todo a la mierda durante 10 o 15 años, no escribí nada. No superé el test del chiquiatra del ejército. Me sentó bien. Llevaba los pantalones cortos del revés, pero no fue a propósito, venía de una borrachera de cuatro semanas. ¡Los muy hijos de puta pensaron que estaba loco!

(Fragmentos de una carta a Jon E. Webb, uno de los mayores incondicionales de Bukowski: publicó su poesía en todos los números de The Outsider (1961- 1969) así como sus dos primeros hitos literarios: Atrapa mi corazón en sus manos (1963) y Crucifijo en una mano inerte (1965).


ESTRELLAS

Creo que hay demasiada poesía que se escribe como “poesía” en lugare de concepto. Es decir, nos esforzamos más de la cuenta para que los poemas “suenen” poéticos. Ya lo dijo Nietzsche cuando le preguntaron sobre los poetas: “¿Los poetas? ¡Los poetas mienten demasiado!”. El poema, por su propia naturaleza, nos permite decir muchas cosas en muy poco espacio, pero la mayoría decimos más de lo que sentimos, o cuando somos incapaces de ver o esculpir, recurrimos al lenguaje poético, cuyo principal representante y albacea es la palabra ESTRELLA.

(Carta a W. L. Garner, quien publicó poemas de Bukowski en varios números de la revista Targets).

CUANDO FRACASAMOS

Fracasamos cuando comenzamos a mentirnos en los poemas solo porque queremos crear un poema. Por eso nunca reviso nada y dejo todo tal cual lo escribo: si he mentido en un principio, no sirve de nada revisar los poemas, y si no he mentido no tengo nada de lo que preocuparme. A veces leo poemas en revistas como Poetry de Chicago y noto que los han cepillado y pulido. Paso las páginas y nada, solo mariposas, mariposas casi sin vida. Me quedo anonadado cuando leo esto revista porque no tiene chispa, no pasa nada. Y supongo que creen que eso es poesía: una gran nada sin chispa. Hablan de algo bien presentado, pero es tan sutil que no transmite nada. Y piensan que eso es arte inteligente. El arte solo es inteligente si te sacude las entrañas, de lo contrario es pura cursilería, ¿y cómo es posible que Poetry esté llena de cursiladas? Ya me dirás.

Allá por 1956, cuando empecé a escribir poesía ya mayorcito a los 35 años después de haberme desangrado por la boca y el culo (ahora soy más sensato y no bebo whisky, aunque una mujer dice que el viernes pasado estuve tambaleándome en su casa bebiendo oporto), pues bien, en 1956 la revista Experiment aceptó varios poemas míos y, ahora, al cabo de cinco años, me dicen que publicarán uno de ellos. Nunca había visto a nadie tomarse las cosas con tanta calma. Me dicen que saldrá en junio de 1961 y supongo que cuando lo lea será como una especie de epitafio. La editora me sugirió que enviase 10 dólares y participase en el Experiment Group. Por supuesto le dije que no. Joder, si hoy hubiese apostado 10 dólares más al caballo ganador ahora estaría saltando de alegría.

Corrington dice que Corso y Ferlinghetti tienen talento. No leo tanto como debería, pero creo que el poeta moderno debería reflejar la corriente de la vida moderna, no hay que seguir escribiendo como Frost, Pound, Cummings o Auden, es como si se hubieran desviado de la meta dando traspiés, se han quedado antiguos. Siempre he creído que Frost daba traspiés y que se salió con la suya a base de sandeces. Y sí, es cierto, le dejaron que hablara en medio de la nieve el día de la inauguración, y parecía un muñeco sin vida y ciego, balbuceando ideas pobres. Pues muy bien. Si sigo viendo cosas así acabaré haciéndome miembro del partido comunista o me pondré un brazalete negro o dejaré que un marica me haga lo que quiera. Espero no olvidarlo cuando me haga viejo, pero Frost siempre ha sido el favorito, y si alguna vez ha arriesgado, se lo ha tenido bien callado.

Una vez estaba en Atlanta y apenas veía el final del cable de la luz, estaba cortado y no había bombilla y vivía en una casucha sobre un puente que me costaba un dólar y veinticinco centavos a la semana… me moría de frío mientras intentaba escribir, aunque lo que más deseaba era beber y el sol de California estaba bien lejos y pensé qué coño, me calentaré un poco, y alargué la mano y toqué el cable, pero no había electricidad y salí fuera y me quedé debajo de un árbol congelado y por una ventana empañada por el frío gélido vi a un tendero vendiendo un pan a una señora y se pasaron diez minutos hablando de nada y los observé y juro juro que dije: ¡a la mierda con todo!, y miré hacia lo alto y las ramas del árbol congelado apuntaban hacia un cielo que nunca me había visto, y me dijo: no te conozco y eres un don nadie. Cómo me dolió. Si los dioses existen, su función no es torturarnos y ponernos a prueba para ver si sobrevivimos en el futuro sino hacernos algo bueno en el presente, joder. El futuro no es más que una mala corazonada, ya lo dijo Shakespeare; de lo contrario, iríamos de cabeza allí. Pero solo vemos las cosas con claridad cuando estamos entre la espada y la pared. Todo lo demás son conjeturas, conjeturas, y gilipolleces y planfletos. (Carta a Jon E. Webb)


LA SENDA DEL PERDEDOR (1982)

Me costó mucho empezar La senda del perdedor. Después de escribir la primera palabra, todo fue más fácil. Creo que tenía la distancia necesaria. Me lo pensé un mes o así antes de comenzar. Al fin y al cabo ¿a quién le apetece leer novelas sobre la infancia? Suelen ser las peores.

Para mí era esencial resaltar el sentido del ridículo y del humor.

Mis padres eran algo raros. Ah, sí. No lo puse en el libro, pero una vez volví a casa después de haber estado vagabundeando por el país (apenas pesaba 62 kilos), y me cobraron alojamiento y comida. Tal vez lo conté en Factótum, no lo recuerdo).

Estoy escribiendo poemas de nuevo, aunque Hustler me pidió un relato y me senté y escribí una tonadilla titulada The “Hog”. Me gustó la respuesta negativa que me enviaron: “… el tema es demasiado fuerte para la revista. En concreto, no podemos publicar una dosis tan bestial de zoofilia ni tampoco un final tan violento”.

Se la mandé a la edición alemana de Playboy. Les debería hacer cagar un wiener schnitzel crudo, pero supongo que me la devolverán.

CENSURA (1985)

Gracias por escribir para decirme que han retirado uno de mis libros de la biblioteca de Nijmegen (el libro en cuestión era Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones). Y de que se lo acusa de discriminación racial y sexual.

Si hablo mal de los negros, los homosexuales y las mujeres es porque los que conocí lo eran. Hay demasiadas cosas “malas”: perros malos, mala censura e incluso blancos malos, solo que cuando escribes sobre los blancos “malos” nadie se queja. ¿Y hace falta que diga que hay negros “buenos”, y homosexuales “buenos” y mujeres “buenas”?

Cuando escribo me limito a fotografiar lo que veo. Si escribo sobre el “sadismo” es porque existe. No lo he inventado yo, y si narro algún acto terrible es porque esas cosas pasan en nuestras vidas, no estoy de parte del diablo, si es que existe. No siempre estoy de acuerdo con lo que sucede ni tampoco me pongo a difamar porque sí. Es curioso que quienes me atacan encolerizados pasan por alto que también hablo de la dicha, el amor y la esperanza. Con el paso de los años he vivido todo tipo de altibajos, de luces y sombras. Si solo escribiese sobre las “luces” y nunca mencionara las “sombras” sería un impostor.

La censura es la herramienta que emplean quienes necesitan ocultar la verdad. Son incapaces de plantarle cara a la realidad y ni siquiera me cabreo con ellos sino que me dan una pena tremenda. Los educaron para protegerse de todo cuanto ocurre en la vida. Les enseñaron a mirar en una sola dirección cuando existen cientos de direcciones.

No me consterna que uno de mis libros haya sido perseguido y eliminado de los estantes de una biblioteca local. En cierto sentido, me enorgullece haber escrito algo que ha despertado a algunos de su letargo. Pero sí que me duele cuando se censuran libros de otros escritores porque suelen ser libros que valen la pena y esos libros escasean, son libros que con el tiempo se convierten en clásicos y lo que en una época se consideraba escandaloso e inmoral ahora es de lectura obligatoria en las universidades.

No digo que mi libro sea uno de esos, sino que en estos tiempos que corren, en estos momentos que bien podrían ser los últimos para muchos de nosotros, resulta mortificante y deprimente que todavía haya personas mezquinas, cazadores de brujas y negadores de la realidad. Sin embargo, existen, forman parte del todo, y si no he escrito sobre ellos tal vez debería hacerlo, como aquí, y eso ya me basta.

Ojalá que a todos nos vaya mejor.

 

 

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