Arte: Profecía cumplida
León ferrari recibió el León de Oro en la 52° edición de la Bienal de Venecia por la innovación estética a lo largo de cinco décadas y su permanente compromiso ético.
Por Alicia de Arteaga
Sobre el escritorio está el León de Oro y a la vista, en la computadora, el fondo de pantalla con la foto familiar de hijos y nietos. Son los dos mundos de León Ferrari, el retrato del artista que ha regresado triunfante de la 52a edición de la Bienal de Venecia, ganador del máximo galardón por la selección del director general, Robert Storr, ex curador del MOMA, decano de Yale, profesor de la New York University, para el pabellón internacional.
El 5 de septiembre León cumplió 87 años; casi al mismo tiempo llegaba un mail del comité de la Bienal con precisiones acerca de premios y categorías, mensaje sutil que el artista interpretó como una señal. Profecía cumplida. Con sus enormes anteojos y la sonrisa de chico grande, Ferrari emprendió el viaje de regreso a la ciudad de los canales para recibir el premio mayor. Era un voto cantado, si se tiene en cuenta el entusiasmo con que fue recibida su obra por la crítica especializada y por el gran público.
Hijo de un artista y constructor de iglesias que pintó y fotografió el terremoto de Messina en 1908, León Ferrari, nacido en 1920, se graduó de ingeniero para no desalentar la ilusión paterna y comenzó casi por casualidad su historia en el arte haciendo cerámica en Roma hace cincuenta años.
Su obra está en el adn de los artistas conceptuales de las nuevas generaciones, que lo han ungido como una figura de culto. Escrituras, collages , esculturas suspendidas de finos alambres o erizados sauces eléctricos, obra poética y duros ataques de contenido político-religioso resumen la vida del ingeniero que le dio paso al artista apasionado, capaz de reinventar con nuevos materiales y recursos el camino expresivo de un compromiso ético sin fisuras.
-¿Qué es el León de Oro para León Ferrari?
-Un reconocimiento al trabajo de cinco décadas, una alegría grande, un premio que recibo y comparto con Alicia, mi mujer y compañera, con mis hijos y nietos. Me sentí respaldado y acompañado desde que llegué a la Bienal; me gustó la ubicación y el "vecindario", cerca del pabellón de África, de las obras extraordinarias de El Anatsui (Nigeria) y de Charles Gaines (Estados Unidos). Todo salió bien, pero podría no haber "salido". Cuando Storr visitó el taller no nos poníamos de acuerdo en la selección. A él le interesaban los collages y la obra más política; yo tenía mi propio punto de vista: en fin, se fue sin que llegáramos a un acuerdo. Por suerte estaba Vicky (Victoria Noorthoorn), que restableció el vínculo. Enviamos las carpetas con los trabajos, el curador pudo definir la selección y llegué a la Bienal. En realidad, y esto es increíble, es la séptima bienal a la que me invitan en menos de cinco años, luego de cincuenta años de trabajo. Dos veces estuve en Valencia, en la Bienal de San Pablo y en la retrospectiva de la Pinacoteca al mismo tiempo. Antes, recibí la invitación de Adriana Rosenberg, curadora de la Bienal del Mercosur en Porto Alegre, y este año participé en la Documenta de Kassel y en la Bienal de Venecia.
-¿Piensa que la repercusión mediática enorme que tuvo el cierre de su muestra en el Centro Cultural Recoleta en 2004 influyó en esta sucesión de éxitos que lo han puesto en la mira de museos, coleccionistas y curadores?
-Bueno (sonrisas), siempre digo que en parte le debo la fama a Bergoglio... pero, de verdad, el reconocimiento y la valoración tiene mucho que ver con las investigaciones de Mari Carmen Ramírez (Museo de Houston) y [Néstor] García Canclini y con el trabajo de Andrea Giunta para montar la primera gran retrospectiva de mi obra, que fue aquella que desató la polémica. Me puso en el mapa y en contexto Luis Camnitzer cuando analizó mi obra en su libro sobre el conceptualismo en Latinoamérica y estableció una relación entre mi cuadro escrito, la obra de [Joseph] Kosuth y lo que sucedía en los años sesenta en los Estados Unidos. En 1965 presenté al Premio DiTella Civilización occidental y cristiana, la obra del avión. Romero Brest no la quiso exponer por su contenido político y la relación con la Guerra de Vietnam.
-Otra profecía cumplida. Además de la participación en las bienales y de este León de Oro que corona su carrera, ¿el éxito se tradujo en ventas, en alza de las cotizaciones?
-Vendo bien. Tengo un nuevo taller, he comprado casas para mis hijos y estoy en plena actividad. Inauguré una muestra el miércoles en Ruth Benzacar; el curador [Luis] Pérez Oramas, del MoMA, prepara una exposición de mis dibujos para 2009 y pienso que no estaría mal que Robert Storr pensara otro tanto para la Universidad de Yale, donde es decano (se ríe, mientras Alicia convida chocolates venecianos). Con respecto al premio, creo que Storr acertó en la elección del jurado, gente independiente, de Barcelona, Colombia, la directora de la influyente Whitechapel de Londres, una italiana inteligente llamada Bonacossa. El jurado eligió artistas de países periféricos comprometidos políticamente, como Emily Jacir (Jordania); Nedko Solakov (Bulgaria), que reflexiona sobre la disputa entre Bulgaria y Rusia acerca de la paternidad intelectual de un fusil (¿?) o el africano Malick Sidibé, distinguido por una trayectoria humanitaria a través de la fotografía documental.
-¿El León de León premia una trayectoria o una obra?
-El León de Oro es un premio a las convicciones de toda mi vida, al valor cuestionador de la obra: el arte es un altavoz para comunicar las ideas. Muchas obras emblemáticas de la cultura occidental que estamos acostumbrados a contemplar admirados exhiben formas maravillosas, pero contenidos terribles. Esas obras han sido una propaganda y la Iglesia las ha difundido como una agencia de publicidad, con la amenaza del infierno para el que piensa diferente. Mi obra no quiere adormecer conciencias sino despertarlas.
adnBIENAL DE VENECIA
La más antigua y prestigiosa muestra de arte contemporáneo del mundo nació en 1895, como parte de los festejos por las Bodas de Plata del rey Umberto I y la reina Margarita de Saboya. Las guerras mundiales obligaron a suspender su realización. En 1930 se transformó en un ente autónomo y, a partir de entonces, eventos de música, cine y teatro le dieron su actual carácter multidisciplinario. Antes de Ferrari, dos argentinos fueron premiados: Antonio Berni (Gran Premio de Grabado y Dibujo, 1962) y Julio Le Parc (Gran Premio de Pintura, 1966). Nuestro país no tiene pabellón propio.
Sobre el escritorio está el León de Oro y a la vista, en la computadora, el fondo de pantalla con la foto familiar de hijos y nietos. Son los dos mundos de León Ferrari, el retrato del artista que ha regresado triunfante de la 52a edición de la Bienal de Venecia, ganador del máximo galardón por la selección del director general, Robert Storr, ex curador del MOMA, decano de Yale, profesor de la New York University, para el pabellón internacional.
El 5 de septiembre León cumplió 87 años; casi al mismo tiempo llegaba un mail del comité de la Bienal con precisiones acerca de premios y categorías, mensaje sutil que el artista interpretó como una señal. Profecía cumplida. Con sus enormes anteojos y la sonrisa de chico grande, Ferrari emprendió el viaje de regreso a la ciudad de los canales para recibir el premio mayor. Era un voto cantado, si se tiene en cuenta el entusiasmo con que fue recibida su obra por la crítica especializada y por el gran público.
Hijo de un artista y constructor de iglesias que pintó y fotografió el terremoto de Messina en 1908, León Ferrari, nacido en 1920, se graduó de ingeniero para no desalentar la ilusión paterna y comenzó casi por casualidad su historia en el arte haciendo cerámica en Roma hace cincuenta años.
Su obra está en el adn de los artistas conceptuales de las nuevas generaciones, que lo han ungido como una figura de culto. Escrituras, collages , esculturas suspendidas de finos alambres o erizados sauces eléctricos, obra poética y duros ataques de contenido político-religioso resumen la vida del ingeniero que le dio paso al artista apasionado, capaz de reinventar con nuevos materiales y recursos el camino expresivo de un compromiso ético sin fisuras.
-¿Qué es el León de Oro para León Ferrari?
-Un reconocimiento al trabajo de cinco décadas, una alegría grande, un premio que recibo y comparto con Alicia, mi mujer y compañera, con mis hijos y nietos. Me sentí respaldado y acompañado desde que llegué a la Bienal; me gustó la ubicación y el "vecindario", cerca del pabellón de África, de las obras extraordinarias de El Anatsui (Nigeria) y de Charles Gaines (Estados Unidos). Todo salió bien, pero podría no haber "salido". Cuando Storr visitó el taller no nos poníamos de acuerdo en la selección. A él le interesaban los collages y la obra más política; yo tenía mi propio punto de vista: en fin, se fue sin que llegáramos a un acuerdo. Por suerte estaba Vicky (Victoria Noorthoorn), que restableció el vínculo. Enviamos las carpetas con los trabajos, el curador pudo definir la selección y llegué a la Bienal. En realidad, y esto es increíble, es la séptima bienal a la que me invitan en menos de cinco años, luego de cincuenta años de trabajo. Dos veces estuve en Valencia, en la Bienal de San Pablo y en la retrospectiva de la Pinacoteca al mismo tiempo. Antes, recibí la invitación de Adriana Rosenberg, curadora de la Bienal del Mercosur en Porto Alegre, y este año participé en la Documenta de Kassel y en la Bienal de Venecia.
-¿Piensa que la repercusión mediática enorme que tuvo el cierre de su muestra en el Centro Cultural Recoleta en 2004 influyó en esta sucesión de éxitos que lo han puesto en la mira de museos, coleccionistas y curadores?
-Bueno (sonrisas), siempre digo que en parte le debo la fama a Bergoglio... pero, de verdad, el reconocimiento y la valoración tiene mucho que ver con las investigaciones de Mari Carmen Ramírez (Museo de Houston) y [Néstor] García Canclini y con el trabajo de Andrea Giunta para montar la primera gran retrospectiva de mi obra, que fue aquella que desató la polémica. Me puso en el mapa y en contexto Luis Camnitzer cuando analizó mi obra en su libro sobre el conceptualismo en Latinoamérica y estableció una relación entre mi cuadro escrito, la obra de [Joseph] Kosuth y lo que sucedía en los años sesenta en los Estados Unidos. En 1965 presenté al Premio DiTella Civilización occidental y cristiana, la obra del avión. Romero Brest no la quiso exponer por su contenido político y la relación con la Guerra de Vietnam.
-Otra profecía cumplida. Además de la participación en las bienales y de este León de Oro que corona su carrera, ¿el éxito se tradujo en ventas, en alza de las cotizaciones?
-Vendo bien. Tengo un nuevo taller, he comprado casas para mis hijos y estoy en plena actividad. Inauguré una muestra el miércoles en Ruth Benzacar; el curador [Luis] Pérez Oramas, del MoMA, prepara una exposición de mis dibujos para 2009 y pienso que no estaría mal que Robert Storr pensara otro tanto para la Universidad de Yale, donde es decano (se ríe, mientras Alicia convida chocolates venecianos). Con respecto al premio, creo que Storr acertó en la elección del jurado, gente independiente, de Barcelona, Colombia, la directora de la influyente Whitechapel de Londres, una italiana inteligente llamada Bonacossa. El jurado eligió artistas de países periféricos comprometidos políticamente, como Emily Jacir (Jordania); Nedko Solakov (Bulgaria), que reflexiona sobre la disputa entre Bulgaria y Rusia acerca de la paternidad intelectual de un fusil (¿?) o el africano Malick Sidibé, distinguido por una trayectoria humanitaria a través de la fotografía documental.
-¿El León de León premia una trayectoria o una obra?
-El León de Oro es un premio a las convicciones de toda mi vida, al valor cuestionador de la obra: el arte es un altavoz para comunicar las ideas. Muchas obras emblemáticas de la cultura occidental que estamos acostumbrados a contemplar admirados exhiben formas maravillosas, pero contenidos terribles. Esas obras han sido una propaganda y la Iglesia las ha difundido como una agencia de publicidad, con la amenaza del infierno para el que piensa diferente. Mi obra no quiere adormecer conciencias sino despertarlas.
adnBIENAL DE VENECIA
La más antigua y prestigiosa muestra de arte contemporáneo del mundo nació en 1895, como parte de los festejos por las Bodas de Plata del rey Umberto I y la reina Margarita de Saboya. Las guerras mundiales obligaron a suspender su realización. En 1930 se transformó en un ente autónomo y, a partir de entonces, eventos de música, cine y teatro le dieron su actual carácter multidisciplinario. Antes de Ferrari, dos argentinos fueron premiados: Antonio Berni (Gran Premio de Grabado y Dibujo, 1962) y Julio Le Parc (Gran Premio de Pintura, 1966). Nuestro país no tiene pabellón propio.
FICHA
52a Exposición Internac. de Arte, en Venecia. León Ferrari y Guillermo Kuitca en los Arsenales; Kuitca, en el Ateneo Veneto. Hasta el 21 de noviembre.
52a Exposición Internac. de Arte, en Venecia. León Ferrari y Guillermo Kuitca en los Arsenales; Kuitca, en el Ateneo Veneto. Hasta el 21 de noviembre.
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