Arte: Pierre Klossowski en las esquinas de lo absoluto




Inquietantes perversiones expresadas a través de la pintura, el dibujo, la fotografía y el cine. El hermano mayor de Balthus queda al descubierto en la integral de su obra en Madrid



por Francisco Calvo Serraller



Con el comisariado de Serge Fauchereau, el Círculo de Bellas Artes de Madrid ha vuelto a acertar con la exposición "integral" de Pierre Klossowski (1905- 2001), escritor e intelectual muy apreciado en círculos selectos, pero también destapado como artista, sobre todo, en la etapa final de su larga y fecunda existencia. No resulta fácil que quien ha sido hijo de un historiador de arte y una pintora, además de hermano mayor de un reputado pintor, Balthus, manifieste sus inclinaciones artísticas en público antes de bien entrada la madurez, pero algunos no podemos olvidar el impacto que nos produjo, en 1970, la publicación de La moneda viviente, donde el traductor de Virgilio, el ensayista que continuaba con el fascinante discurso de Bataille o Blanchot, el novelista de corte erótico-jansenista o, en fin, el inteligente apologeta de Nietzsche se nos revelara con una escenificación visual -fotográfica- de sus perversas obsesiones sexuales, en la que la protagonista era su propia mujer Roberte, criatura mítica sin sexo o edad definidos. Desde aquella fecha en adelante, se multiplicaron las exposiciones de Klossowski en toda Europa, bien con sus afilados dibujos, bien con sus mise-en-scène fotográficas o con filmes, sucediéndose como un torrente inquietante y deslumbrador. Ahora, gracias al excelente trabajo de Fauchereau, justamente titulado como "integral", nos encontramos con la reconstrucción completa de este personaje, nunca mejor dicho, "perverso y polimorfo", pero no sólo por lo que su vasta y compleja obra tiene de erotomanía, sino porque se han hecho casar todas las piezas de este ser poliédrico y paradójico, lo cual incluye una genealogía de cómo esa manifestación tardía de sus inclinaciones artísticas se fue fraguando desde mucho antes de lo que imaginábamos o al margen de lo que intuíamos a través de la lectura de sus libros.

Miembro de una peculiar familia polaca de estirpe aristocrática, cuya madre fue, por lo menos, confidente íntima de Rilke, este trasterrado finalmente ubicado en Francia nos recuerda a esa legión de polacos a cual más peculiar, desde el romancesco escultor Wenceslaw Steinbock de La cousine Bette, de Balzac, al muy real novelista britanizado Joseph Conrad. En cualquier caso, Klossowski, como su hermano Balthus, fueron criaturas de las fervorosas décadas de entreguerras del pasado siglo, atronadas por toques de arrebato que encuadraban las formaciones de revolucionarios y místicos, muchas veces entremezclados, como, por ejemplo, la ahora también muy reivindicada Simone Weil. De todas formas, aunque cada uno a su manera, el mérito de ambos Klossowski fue sobrevivir sin renunciar a nada de lo que había constituido su identidad íntima, que reunía en un mismo haz el cielo y el infierno, la racionalidad cartesiana y el deliquio, el placer y el pecado, el refinamiento y la bajeza, lo clásico y lo vanguardista.

De todas estas pasiones cociéndose en la redoma nos dio cumplida cuenta literaria a partir de 1930 Pierre Klossowski, pero restaba esa parte de lo innombrable cuya epifanía sólo es plástica, visual. Es lo que, en la presente exposición, se nos rescata debidamente contextualizado: sus dibujos de manieristas trazos alargados con un no sé qué de la Escuela de Fontainebleau; sus performances fotográficas o fílmicas; su caligrafía de asceta; sus libros, sus documentos... Palabras, trazos o imágenes, todo remite a la celebración de la escena original perturbadora, al éxtasis, a esa jouissance suspendue, que demanda, como no podía ser menos, lo imposible: lo hermafrodítico, la suspensión de lo identitario, lo incompletable; en suma: lo absoluto. Sólo de ese vacío interior se puede mirar perversamente el mundo y dibujar su infinita estela de espectros. Así que todavía podemos seguir leyendo a Pierre Klossowski e ir tras la cola de brocado de sus prohibidas gemas figurativas con el mismo enardecido estremecimiento. Es, aunque ya tan lejano, el más próximo de nuestros prójimos.



http://www.elpais.com/articulo/arte/Pierre/Klossowski/esquinas/absoluto/elpepuculbab/20071229elpbabart_3/Tes/

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