Opera: Robert Carsen, poeta en las tablas
JESÚS RUIZ MANTILLA 29/11/2008
En el panorama de la escena internacional abundan la boutade y alguna que otra extravagancia. Pero falta provocación. De la buena. Por eso, cuando uno asiste a la magia suele quedar perplejo. Ocurre poco, pero cuando se da la circunstancia, al espectador le cuesta, para bien, recuperarse de la experiencia. Uno de los escasos directores de escena que suelen hacer explotar a menudo el milagro es un canadiense pequeño, discreto, con tono de voz bajo y pausado, que se llama Robert Carsen: uno de los mayores poetas escénicos con los que puede toparse el espectador hoy en un teatro.
La crítica, el público, los aficionados, coincidieron en que el Diálogo de carmelitas, de Poulenc, que se vio la temporada 2005-2006 en el Teatro Real fue lo más grande del año y uno de los mejores montajes de la reciente historia de la ópera en Madrid. Ahora, Carsen regresa con toda su profundidad poética de la mano del enigmático Leos Janácek y su ópera Katia Kabanova.
El checo es un compositor que cuadra perfectamente con las concepciones básicas de Carsen: "La ópera es un arte que mezcla emoción e intelecto, algo que él sabe dominar al máximo". Además del tiempo: "El tiempo en Janácek es lo que más me fascina de él. Nuestras vidas son una carrera contra el reloj. Ese avance se lo traga todo como una apisonadora. Por eso el hombre es vicioso, porque las drogas, el alcohol, el sexo, detienen el tiempo. Janácek también. Lo congela, lo consigue siempre, y en medio no dejan de ocurrir cosas", afirma Carsen.
Ocurre en Jenufa, en La casa de los muertos, en El caso Makropoulos, obras que se han ido recuperando como auténticas joyas del repertorio del siglo XX -las compuso entre 1904 y 1930- desde hace poco. De hecho, su resurrección tiene que ver con el ejercicio del poder de los directores de escena en la ópera. Es un compositor que les fascina. Aunque también a los musicales, que lo ven difícil, laberíntico, retador. "Los directores de escena sí han influido en la recuperación de Janácek, pero casi todo el mérito es de Charles Mackerras. Él le ha hecho grande", comenta Carsen. Ha sido ese músico australiano quien lo ha vuelto a colocar en órbita como uno de los grandes del siglo XX a partir de los pasados años ochenta. En las funciones del Real, la batuta está en manos de Jiri Belohlavek, y en el reparto destacan Karita Mattila, Miroslav Dvorsky y Oleg Bryjak.
No sólo es el tiempo elemento esencial en la escena de Carsen. El espacio, el movimiento, también desempeñan un papel primordial. Junto a eso, este artista juega con la física, la precisión, la matemática. Pero a todo lo citado le añade los ingredientes que conforman la emoción: el color, la dramatización, el símbolo... En Katia Kabanova, basada en la obra La tormenta, de Alexander Ostrowski, existe uno esencial sobre todos los demás: el agua.
"El agua en este montaje es elemento, personaje y sobre todo metáfora de los sentimientos que atormentan a esta mujer. Provoca claustrofobia y ansia de libertad, se comporta como un espejo", asegura Carsen. Un espejo en el que todos se reflejan rodeados de líquido, movimiento y color. "Fue arriesgado elegirlo, porque uno no puede hacerse idea de lo poco práctico y lo peligroso que es en escena, pero era fundamental para explicar muchas cosas de la obra. Quise utilizarla de forma poética".
En Katia Kabanova se entrecruzan la tragedia y la psique, la búsqueda de la libertad y la opresión, la pasión y la naturaleza como fuerzas que se conjuran revueltas, contradictorias. Una mina, una atracción fatal para públicos que buscan en la ópera algo más que el mero entretenimiento o el simple deleite: "Dicen que el público de la ópera es conservador, yo no lo creo", asegura Carsen. "Lo cierto es que resulta difícil de sorprender porque siempre se suele dar vueltas sobre el mismo repertorio. Debe existir una complicidad entre quien se sienta a ver un espectáculo y el director. Somos contadores de historias que ya se han narrado antes y debemos hacerles creer que cada noche es la primera vez". En esa tesitura, es más que complicado intentar buscar lo extraordinario: "La pasión que nos conmueve en esta forma de arte es que sabemos que puede trascender lo normal. Entiendo que el público se enfade cuando no lo logramos".
No es ése un riesgo que se vaya a correr con este espectáculo. Se trata de una ópera muy pocas veces vista en España, donde fue estrenada en 1973 en el Liceo. Eso ayuda. La curiosidad se multiplica. Y el hecho de acudir a una propuesta de Carsen es un estímulo más por el juego que establece con el público: "Quien acude al teatro debe completar la historia", comenta. Para eso elige títulos que le fascinen. "Obras de las que estoy enamorado; si no, no merece la pena".
Nada de encargos, elecciones propias. Así, Carsen ha recorrido por el camino de sus autores favoritos, desde Richard Strauss hasta Puccini... "Ellos sí sabían lo que hacían", afirma. Además de Janácek, "alguien que no se dejaba arrastrar por el glamour ni la cosmética, que iba increíblemente al grano, al corazón de cada historia".
No es la ópera el único trabajo del que vive Carsen, aunque sea el que más ocupado le tiene. Elige, pero también dirige teatro y hasta ha montado alguna exposición. "Sobre María Antonieta en el Grand Palais. Aprendí muchísimo". Busca formas de contar. Es un comunicador, pero además encuentra placer en la seducción, como ha hecho en el último trabajo que ha abordado junto al experto en barroco William Christie: "Ha sido Armide, de Lully, en París. Nos ha resultado un trabajo muy fascinante. Nos las arreglamos para que en algunos pasajes el público oliera perfumes". Así que, además de una experiencia emocional e intelectual, Carsen persigue lo físico, la excitación de los sentidos en sus propuestas.
Seguro que para el proyecto siguiente se volcará en una esmerada búsqueda de la sensualidad. Hará Carmen en Amsterdam. Una ópera en la que no quiere por nada del mundo caer en lo tópico. "Últimamente es difícil no dejarse tentar por lo kitsch cuando se aborda esta ópera", asegura Carsen. Si hay alguien en la escena mundial que garantice no pisar ese hoyo de mal gusto, es precisamente él.
Katia Kabanova, de Leos Janácek (1854-1928), se estrena el próximo martes en el Teatro Real de Madrid. Producción de la Vlaamse Opera de Amberes. Dirección musical: Jiri Belohlavek. Dirección de escena: Robert Carsen. Dirección del coro: Peter Burian. Escenografía y figurines: Patrick Kinmonth. Coro y Orquesta Sinfónica de Madrid. Intérpretes: Oleg Bryjak, Miroslav Dvorsky, Pär Lindskog, Julia Juon, Guy De Mey, Karita Mattila, Andrea Dankova, Gordon Gietz, Natascha Petrinsky, Marco Moncloa, Itxaro Mentxaka, María José Suárez. Hasta el 23 de diciembre. www.teatro-real.es/
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