Cultura: El modelo de cine del futuro se debatirá en Berlín

La ciudad alemana inaugura la semana que viene un festival donde se dirimirá la estrategia que sigue el séptimo arte para los tiempos de crisis.

Por: Salvador Llopart
No hay conversación estos días que no mencione la inevitable crisis. Tampoco el festival de cine de Berlín escapa al influjo de la dichosa palabra: ¿crisis en el cine? Por supuesto.

¿Crisis en la Berlinale? Ni mucho menos.

"El festival será un sismógrafo de la crisis", aseguraba el pasado lunes Dieter Kosslick, director de la Berlinale. "Pero en tiempos de crisis, nada como el cine", añadía Kosslick durante la presentación del programa definitivo para la 59 edición del festival de cine de Berlín. "La gente está harta de problemas. Quiere dejarlos atrás. Meterse en el cine y olvidarse de todo".

Con esta filosofía como guía, se ha organizado la Berlinale de este año. El certamen arrancará el próximo jueves, 5 de febrero, con la proyección de The international, del alemán Tom Tykwer (El perfume). Si la edición anterior se ponía en marcha con un documental de Scorsese sobre los Rolling Stones, y con los Stones en el festival, el pórtico de este año lo ocupa un thriller de acción. Clive Owen y Naomi Watts son sus protagonistas, y ellos dos serán las indiscutibles estrellas de la primera jornada.

The international trata de negocios sucios a gran escala, con una crisis bancaria de fondo. Algo parecido a lo que ocurre en nuestros días. "En la Berlinale nunca obviamos los problemas del mundo", comentó Kosslick. "Pero este año vamos a reírnos más que nunca", añadía, pensando quizá en La pantera rosa 2, exhibida fuera de concurso.

No suele ser el humor, sin embargo, una de las características habituales del más bien adusto y serio festival de Berlín. Habrá que esperar a ver los filmes: en total, 18 títulos los que competirán por los Osos de Oro y Plata, concedidos por un jurado presidido en esta ocasión por el cineasta Wayne Wang, con la actriz Tilda Swinton y la directora Isabel Coixet entre sus miembros.
La competición cuenta con cineastas veteranos como Bertrand Tavernier, que llega con In the Electric Mist, protagonizada por TommyLee Jones. Con el polaco Andrzej Wajda, que participa con Tatarak, y con el británico Stephen Frears, que presentará Cheri, con Michelle Pfeiffer como protagonista.

El castellano será el idioma de Gigante, del argentino Adrián Biniez, y de la producción hispano-peruana La teta asustada, de Claudia Llosa. De Estados Unidos, cuya aportación siempre es clave para valorar la situación del cine en general, se proyectará Happy Tears, de Mitchell Lichtenstein, con Demi Moore como protagonista; The Messenger, ópera prima de Oren Moverman, con Woody Harrelson y Samantha Morton, y The Private Lives of Pippa Lee, de Rebecca Miller. Y también My one and Only, de Richard Loncraine, con Renée Zellwegger como gran estrella.

Fuera de concurso, estará Notorious, de George Tillman Jr., que versa sobre la historia del famoso rapero asesinado. Y también El lector, de Stephen Daldry, con Kate Winslet, que llegará a Berlín con su candidatura al Oscar bajo el brazo.

Menos la participación asiática –con tan sólo una película, firmada por Chen Kaige–, superficialmente todo parece seguir como siempre en la Berlinale, con la habitual combinación de nombres conocidos y debutantes.

En total se exhibirán 26 títulos en la sección oficial, y unas trescientas películas más en el resto del certamen. Pero si uno se fija un poco más, se nota la falta en el programa de filmes norteamericanos con candidaturas al Oscar. Hasta ahora Berlín había sido la antesala europea de la ceremonia de las estatuillas. Pero, en esta edición, menos El lector y la proyección de Milk, de Van Sant, fuera de la sección oficial, ese tipo de filme brilla por su ausencia.

Una explicación se encuentra quizá en la necesidad de estrenar los grandes títulos antes que el pirateo los alcance, acelerando así los estrenos europeos. Sin esperar a Berlín. Pero no menos importante puede ser también la drástica disminución en la producción norteamericana de un cierto tipo de cine independiente.

De hecho, la primera consecuencia de la crisis ha sido el cuestionamiento de ese cine marcado por la estrecha colaboración de los grandes estudios con los creadores independientes. Tan sólo Warner, entre las Majors, por citar un ejemplo, ha cerrado este año tres de sus divisiones -Warner Independent, Picturehouse y New Line- dedicadas a la producción del denominado cine independiente, el que suele mandar en los festivales como Berlín, Cannes y Venecia. Un modelo, falsamente independiente si se quiere, que se inició en 1989 con el triunfo de Soderbergh con Sexo, mentiras y cintas de video.

Estamos asistiendo, pues, al fin de una forma de producción. Hegemónica durante los años noventa. Un cine entronizado por el éxito, entre otros títulos, por películas como Pulp fiction, de Quentin Tarantino. La crisis está acabando con la colaboración de Hollywood con los cineastas independientes. ¿Cómo afectará la merma de ese tipo de producciones al cine en general? La respuesta, a partir del 5 de febrero. En Berlín. En la Berlinale.


© La Vanguardia y Clarín

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