Cultura: La verdad de una frasecita inasible
TROVADOR. Marcel Proust rinde homenaje a Jeanne Pouquet, uno de sus amores platónicos de juventud
En Proust músico (Gourmet musical), libro que se distribuye en los próximos días, el musicólogo Jean-Jacques Nattiez revela pormenorizadamente la influencia de la música en la escritura de En busca del tiempo perdido
Por Pablo Gianera
De la Redacción de LA NACION
Los privilegios que Marcel Proust le confería a la música estaban decididos bastante tiempo antes de la composición (la palabra no es arbitraria) de En busca del tiempo perdido . Ya en 1895, el escritor había firmado para Le Gaulois la crítica de un concierto en el que Camille Saint-Saëns actuaba como solista en un concierto para piano y orquesta (no especificado) de Mozart. Según cuenta allí, a la salida, parte del público se sentía decepcionado por la ejecución. Proust explica de inmediato esa desilusión: "El concierto había sido realmente bello, y la belleza genuina es lo único que no se ajusta a aquello que anticipa la imaginación romántica". La causa había sido la sobriedad del intérprete, que no incurría en esas contorsiones que "infectan la pureza de la música con la sensualidad de la danza que excita los sentidos del oyente, sus fantasías ociosas, y le dan una razón para el entusiasmo". Lo único que parece importar es el contacto inmediato con la música, entendida como mediación hacia algo que la trasciende.
El comentario contiene, in nuce , toda una idea del arte. En Proust músico , el musicólogo Jean-Jacques Nattiez despliega pormenorizadamente esa teoría tal como puede ser leída entrelíneas en la Recherche , caso crítico de los vínculos entre literatura y música que no habría que limitar a la recurrencia de la frase de la sonata de Vinteuil, aunque tampoco es casual que los pasajes dedicados a las descripciones de esa obra sean los más ricos del ciclo de novelas.
En escasas cien páginas (muy bien traducidas por Antonieta Sottile), Nattiez resume los estudios precedentes sobre la cuestión y ensaya sus propias presunciones. Ante todo, entonces, el reconocimiento de la imposibilidad de encontrar alguna correspondencia real a las piezas de Vinteuil, tentativa que tiende a extraviarse en un arco que va del segundo movimiento de la Sonata opus 111 de Beethoven a la Sonata para violín y piano de Cesar Franck, pasando por los dramas de Richard Wagner. "El juego se revela rápidamente estéril... Es necesario buscar más allá de la frasecita".
El hecho de que, como se constata en el libro, Wagner sea el compositor más mencionado en la Recherche (lo siguen Beethoven y Debussy) no debería pasarse por alto. Wagner fue un modelo para Proust en más de un sentido, y la construcción misma de la Recherche es deudora de la Tetralogía en su preocupación por la unidad, en su devoción por los detalles y en su manera de convertir en alegoría la teoría. En Puntos de referencia , Pierre Boulez había especulado que en el desarrollo de El anillo , desde El oro del Rin a Crepúsculo de los dioses , se podía leer la historia del lenguaje musical de Wagner. Después de señalar la distancia estilística entre Sodoma , La prisionera , La fugitiva y todo lo que precede a esas novelas, Nattiez anota: "Obras como El anillo y la Recherche intentan conjurar el correr del tiempo... El libro de Proust y El anillo , como los personajes de la Recherche , están socavados por el Tiempo. Cuando Proust caracteriza las obras del siglo XIX como inacabadas, tiene quizás el temor de no finalizar la suya, y contempla quizás con una pizca de envidia el total acabado de la Tetralogía ". Y, en conjunción con Wagner, es parejamente importante la filosofía de Arthur Schopenhauer, y las consecuencias estéticas y metafísicas de la música tal como aparecen en el libro tercero de El mundo como voluntad y representación , pero también la aspiración redentora de Parsifal y sus alusiones al Viernes Santo en el Acto III. Nattiez tampoco desdeña, con Lohengrin en mente, una posible relación entre las palabras "Swann" y "Schwan" (cisne, en alemán).
Más allá de su estricta función dramática, elleitmotiv puede escucharse en Wagner como una manera de contrabandear en la obra una ilusión de eternidad, la ilusión de que nada se pierde por completo. De ahí quizás el interés que los leitmotivs tenían para Proust (es claro el vínculo entre Vinteuil y Wagner) que los juzgaba "tan internos, tan orgánicos, tan viscerales que se diría menos el retorno de un motivo que de una neuralgia". Más que un sabor, más que un perfume, la música es el modelo perfecto del funcionamiento de la memoria involuntaria: la recurrencia de un tema, de un motivo ya escuchado nos recuerda para siempre su primera aparición. Es el tiempo (y con él, el envejecimiento y la muerte) aquello que quiere superarse en la imagen estética de la música.
Hay una predilección en Proust por las obras tardías. No se trata solamente de Parsifal . Así como la "pequeña frase" de la sonata de Vinteuil venía en parte de la Sonata opus 111 , el Septeto, que por su formación instrumental podría referir a Introduction et Allegro de Maurice Ravel, es caracterizado de una manera ("las frases interrogativas se volvían más acuciantes, más inquietas, las respuestas más misteriosas") que remite a la pregunta Muß es sein? [¿Debe ser?], al último movimiento del último cuarteto para cuerdas, el opus 135, de Beethoven, obra que, como se explica en este volumen, Proust había escuchado en la Salle Pleyel el 26 de febrero de 1913 y había hecho interpretar luego en su casa en la primavera de 1916.
La pregunta que debería hacerse es qué clase de obras describe la metafórica de Proust. Además de lo dicho, se habla de "perfumes de rosa circulando por el aire húmedo", de "búsqueda de la disonancia", de "impresionismo"... Atributos, aunque no exclusivos, suficientes para imaginarse a Debussy y, particularmente, alguno de sus Preludios ; sobre todo, quizás, al número III del primer libro, "...Le vent dans la plaine" que, con su indicación "con tanta ligereza como sea posible", está construido casi enteramente en segundas menores y evoca el aire y la tierra, el contacto entre ambos.
Pero una de las observaciones más agudas de Nattiez es aquella según la cual era necesario que el narrador de la Recherche conociera la revelación por intermedio de una obra musical imaginaria, puramente ideal. Si la música se entiende, según Schopenhauer, como una vía de acceso a lo absoluto, como el lenguaje mismo de lo que está más allá del conocimiento, la pieza musical implicada debe ser entonces lo menos inteligible, lo menos material posible. Nattiez muestra que el mayor logro del arte de Proust acaso consista en la representación imposible de esa inmaterialidad.
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