Arte: Fuerza centrífuga

HENRIQUE OLIVEIRA. Tapume, instalación de la muestra Textos públicos . Foto: GENTILEZA BIENAL DEL MERCOSUR
 

Con la fe puesta en el desarrollo creativo de la región, la Bienal del Mercosur, que termina su séptima edición mañana en Porto Alegre, flexibilizó el modelo expositivo y ubicó a los artistas en el centro del programa curatorial

 

Por Javier Villa 
Enviado especial - Porto Alegre, 2009 

Porto Alegre no queda lejos. A sólo una hora y media de avión desde Buenos Aires, se despliega allí, cada dos años, la Bienal del Mercosur, el encuentro de esta tipología que más se acerca de la Argentina. Si bien estos datos alcanzarían para brindarle un recorrido de fin de semana -que alcanza, incluso, para tomar unas caipirinhas el sábado y despertarse el domingo al mediodía-, las cualidades de la bienal, aunque poco reconocidas en el ambiente local, son suficientes para transformar la tentación de volar en una aventura concreta.

En primer lugar, es una bienal joven -sólo siete ediciones-, que no pierde aún cierta carga utópica, característica trenzada con el riesgo, que, al tratarse de arte contemporáneo, es el primer sinónimo de calidad. Es decir, es poco el olor que se siente a feria decorativa, pretensiones curatoriales desmedidas o violentas filtraciones de los mercados y tendencias internacionales. Y si bien la bienal pareciera volverse cada vez más planetaria, sigue respetando una de sus consignas fundacionales: la fe, en varios sentidos, en una construcción regional.

En segundo lugar, el traslado se justifica porque en este diálogo entre latinoamericanos la Argentina siempre tuvo un protagonismo generoso, que permitió a artistas jóvenes desplegar sus ideas con ciertos recursos y dialogar con colegas consagrados en un marco internacional. Una característica que vale la pena copiar, sobre todo cuando las instituciones más prestigiosas de Buenos Aires parecen estar invirtiendo desequilibradamente entre lo que es muestra empaquetada desde afuera y desarrollo de lo propio. A eso habría que aspirar con respecto al pensamiento curatorial: para lograr que las ideas y discusiones emerjan mediante el crecimiento sostenido, hay que invertir y confiar en la actividad. Un claro ejemplo de que se pueden construir proyectos sólidos y de gran envergadura fue Grito y escucha , programa curatorial de la 7° Bienal del Mercosur diseñado por Victoria Noorhoorn (Argentina) y Camilo Yánez (Chile).

Esta edición hizo foco en un tema fundamental que parecía olvidado: el artista. A partir de este núcleo simple y poderoso, el proceso curatorial creció de manera coherente, como una telaraña. Los curadores generales convocaron a ocho artistas para conformar un equipo y desde allí desplegarse hacia todas las áreas de la bienal: editorial, pedagógica, audiovisual, exhibitiva e, incluso, administrativa, ya que se involucraron para asegurarse de que, ante el achique por la crisis, lo último a recortar fuera aquello relativo a la figura principal de la convocatoria.

Si bien hubo una fuerte concentración en la visualidad, bajo diversos sistemas de lo exhibitivo -siete muestras que abarcaron distintas modalidades de la práctica artística (ver recuadro)-, uno de los puntos sobresalientes de la bienal fue su intención centrífuga, que flexibilizó y potenció el modelo expositivo tradicional y disipó el peligro de centralización típico de estos encuentros.

Por un lado, la curaduría editorial de Bernardo Ortiz (Colombia) y Eric Beltrán (México), además de encargarse de las piezas gráficas, infiltró obras específicas, como un sistema de difusión en televisión y cartelería en vía pública. Roberto Jacoby (Argentina), con Proyectables, creó un sistema curatorial anfibio, con sede virtual en www.fundacaobienal.art.br/projetaveis , y física en el edificio neoclásico del Santander Cultural. Más allá del juego de acepciones entre proyecto y proyección, una de las consignas fuertes de la convocatoria internacional se basó en lo proyectable, aquello que puede viajar sin valija para construir redes, diálogos e incluso exhibiciones con pocos recursos y a nivel planetario. El otro fue la selección de artistas, con un tono y energía homogéneos, donde destacaron el gesto o la intervención simple sobre diversas herramientas tecnológicas para transformarlas en pura visualidad plástica, como la pirámide temporal realizada con cargas de YouTube de Martin Kohout (República Checa), la máquina de hacer color de Karina Peisajovich (Argentina) o el peculiar dibujo infinito de Cinthia Marcelle (Brasil).

Además de Proyectables , otro de los programas de irradiación planetaria fue Radiovisual , con emisión diaria de una hora por FM Cultura de Porto Alegre y en continuado por la Red de la bienal. Curada por los brasileños Artur Lescher y Lenora de Barros, uno de los ejes más interesantes del proyecto fue Alrededor de 4´33" -en honor a John Cage-, donde 140 artistas realizaron piezas sonoras específicas con esa duración.

Lecciones para la Argentina

Sin duda, el programa que sobresalió en la peculiar característica centrífuga de esta edición fue el Proyecto pedagógico de Marina De Caro, que abarcó un amplio rango espacial -con mediadores in situ, conferencias, formación de docentes en escuelas, apertura de talleres en Porto Alegre y movimiento de artistas por distintas comunidades de Rio Grande Do Sul- y extendió temporalmente la bienal.

La actividad más destacable fue Artistas en Disponibilidad, un programa de residencias realizado a lo largo de todo el Estado para 14 artistas con proyectos de capital pedagógico, como los de Diana Aisenberg (Historia(s) del arte - Diccionario de certezas e intuiciones), Claudia del Río (Club del dibujo) y Diego Melero (Clases de Gimnasia y Filosofía política), ya conocidos localmente, o como el trabajo del francés Nicolás Floc´h (El gran trueque, proyecto para deseos colectivos), una de las mejores obras de la bienal que, con una potente sensibilidad visual, trabajó junto con comunidades sobre diversas necesidades. Montaron un taller de esculpido en madera cuyo objetivo fue materializar esas falencias en tamaño natural (una camioneta escolar, instrumentos de música, etc.), para luego exhibirlas en la bienal y trocar representación por objeto "real", mezclando así lo político-social, lo económico y el aprendizaje de un oficio con una utopía realizada.

Tanto la curaduría general como el programa de De Caro dejaron la grata -aunque agridulce- sensación de que si existieran las intenciones, nuestro país contaría con una gran capacidad creativa para replantearse temas fundamentales del arte contemporáneo, como la educación y comunicación sobre lo que están produciendo los artistas. Si esto no sucede, todo el esfuerzo carece de sentido.

 

© LA NACION

 

 

FICHA. 7ª Bienal del Mercosur, en Porto Alegre, Brasil, hasta mañana. www.fundacaobienal.art.br

 

 

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1203467

Comentarios

Entradas populares