Cultura: La @ entra en el MoMA

Paola Antonelli, comisaria jefe del departamento de Arquitectura y Diseño del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), recuerda para ABC cómo brotó en su mente la extraordinaria idea de adquirir el símbolo @ para la colección permanente del museo. ¿Intuía que es la clase de adquisición que da qué hablar y atrae a las hordas? Nada incómoda por este supuesto, Antonelli se ríe, afirma que «ya le gustaría» ser así de taimada, descarta asimismo ser genial y rememora: «Se me ocurrió en algún momento entre julio y septiembre de 2009, cuando empecé a pensar en la exposición en la que estoy trabajando ahora, Talk to Me (Háblame), que explora la comunicación entre la gente y los objetos».
Derecho fundamental
Antonelli es partidaria de que esta comunicación sea muy fuerte. Hasta el punto de que cuando llegó al MoMA y descubrió el PC que tenía en el despacho, escribió un memorandum de dos páginas razonando por qué necesitaba que se llevaran el PC y le trajeran un Mac.
Antonelli lo tiene claro: la estética es un derecho fundamental, una necesidad básica. Ha dicho y lo repite donde haga falta que «el diseño feo debe ser combatido con tanta fuerza como los ataques al medio ambiente o el acoso sexual». Aunque también matiza con inteligencia: «Por supuesto es difícil juzgar de manera absoluta qué es feo y qué no lo es. Sin contar con que hay cosas feas que pueden resultar irresistibles».
Lo que ella predica no es una especie de nazismo sino la lucha sin cuartel contra el derrotismo estético, contra la aceptación de la fealdad como mal menor y como marco vital inevitable. Con semejante ideario no es de extrañar que Paola Antonelli sea una admirada gurú en el siempre trepidante universo del diseño neoyorquino. Desde la poderosa plataforma que le da el MoMA incide en una constante redefinición de los conceptos de arte y de diseño, incluso a hacer más difusas las fronteras entre ambos.
Y ella encantada. «Trato de asegurar que cada idea u objeto recibe el tratamiento crítico que se merece, sin prejuicios», remacha. La inclusión de la @ en la colección permanente conecta con la idea de que la cultura actual tiende «más al uso que a la posesión» de objetos y a «almacenar etiquetas antes que libros, papeles, fotos». Paola Antonelli ve en ello algo de desafío virtual a las leyes de la física. Dice que al adquirir la @ se acordó de otra vieja aspiración suya: comprar un avión 747 simplemente para dejar que siga volando con su aerolínea. «¿Vamos a un nuevo tipo de coleccionismo de edificios, de satélites, donde ni siquiera el cielo es el límite?», se pregunta, provocadora.
Para posesionarse de la @ el MoMA ha adquirido la llamada «acta de diseño», gratuitamente además al tratarse de un símbolo público. Lo cual no quita para que tenga «un valor incalculable y una historia que se remonta a los siglos VI o VII».
Poderoso acto de diseño
En términos artísticos es el equivalente de haberse comprado un animal vivo, ya que la @ no para de mutar y de significar distintas cosas desde su primera aparición, dictada por la «voluntad de escribir de un solo trazo» la preposición latina ad. Los comerciantes venecianos del siglo XVI la usaron para definir una ánfora que a su vez utilizaban como una unidad de peso, en consonancia con la unidad de medida designada por la voz española «arroba». «Se conocía como la a comercial cuando se incorporó al teclado de la máquina de escribir American Underwood en 1885».
La revolución vino de la mano del ingeniero neoyorquino Ray Tomlinson, quien eligió el símbolo para crear la primera dirección de correo electrónico del mundo en 1971. «Tomlison acometió un poderoso acto de diseño que no sólo cambió el significado y la función de la @, sino que también la convirtió en una parte importante de nuestra identidad en la relación y la comunicación con nuestros semejantes». Y sin duda es verdad que hoy todos nos llamamos arroba. Es como el nickname universal de la moderna humanidad.
El MoMA festejará todo esto mostrando la @ en distintas tipografías, exhibiéndola en su frontispicio y explorando juguetonamente todas sus posibilidades; por ejemplo, el uso de este símbolo en español para indicar neutralidad de género.
Y ya puestos a hablar de España, ¿alguna pista de en qué diseñadores españoles puede haber puesto el ojo Antonelli? Sin pestañear cita a algunos «ya muy establecidos, como Martí Guixé y Emiliana», y a otros todavía en fase de consolidación, como Martín Ruiz de Azúa. «El diseño español es siempre fuerte y lleno de sorpresas». Por arrobas.

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