Poesía: Pere Gimferrer: "'Rapsodia' es una recapitulación de mi poesía"


El poeta dice que le puso este título después de haber escrito el poema y tras la definición que da el diccionario Oxford


JOSEP MASSOT






Pere Gimferrer (Barcelona, 1945) ha volcado en Rapsodia la vita nuova-en el que el autor siente que "se ha desencuadernado por la mitad mi vida". Es un tiempo de despedidas y fulgores: "El crepúsculo cae, y nos enseña, / en el desistimiento del vivir, / la insistencia en vivir que tiene el día, / lo indesistido del amor que vive: / cara a cara nos vemos en la noche filmada, / Day for night,aporía del espejo, / porque el amor es un espejear, / la posesión del cuerpo en sus imágenes". 

"Rapsodia: entusiasta y extravagante declamación o composición de tono elevado, emocional e irregular pieza musical". 

Le puse este título después de haber escrito el poema y encabezo el libro con la definición de "rapsodia" que da el diccionario Oxford y que es distinta a la que dan otros diccionarios. Me define muy bien a mí y aquí no significa rapsoda. 

¿Cómo concibió el poema? 

Pensaba escribir un poema, pero cada verso me conducía a otro. Lo escribí en seis días, favorecido por la lluvia que caía en Barcelona y que invitaba a quedarse en casa. Menos un día que fui a Andorra como jurado del premio Ramon Llull. Después me pasé de enero a octubre corrigiendo. Es un poema unitario en verso libre. 

Ha elegido una pintura de Twombly que muestra que es posible pintar el escudo de Aquiles y que enlaza con la cita a Homero. ¿Ha querido acercar el oído al ojo, alcanzar mediante la palabra la percepción visual?

La pintura de Twombly la elegí también una vez escrito el libro, pero no he pretendido recrear un museo interior, João Cabral de Melo me dio un consejo. "Procura - me dijo-que todas las imágenes que escribas puedan ser visualizables". La "angustia verde" por ejemplo, no quiere decir nada, no se visualiza. Es algo que ya se hacía en la lírica románica: Berceo y La chanson de Roland.

Habla mucho de Italia

Salen muchos topónimos italianos, pero también de otros lugares. Málaga, Etiopía o India, donde nunca he estado. No es un libro autobiográfico, sino de recapitulación de la evolución de mi poesía desde que empecé a publicar en los sesenta. Hablo de mi relación como espectador de arte y de cine, como lector y, sobre todo, de que el poema crea una realidad autónoma por sí misma. La materia definitiva del libro es la poesía. Como en Dante y Góngora. 

¿Cómo compone? 

Primero aparece la unidad rítmica. No la música, sino el ritmo. Después, el sonido y la palabra y de ahí surge la imagen, antes del sentido. Para mí, Neruda es quien mejor lo consigue, sin repetirse nunca. Se crea así una realidad paralela, que no se organiza ni está regida por la lógica del discurso corriente. Al contrario, se trata de desviarla de su sentido utilitario y hacerla existir de forma autónoma. Hay una vaga idea de que el autor del poema soy yo. 

Y una asociación le lleva a otra. 

En uno de los poemas parto de la imagen de un filme: Orfeo asaeteado, interpretado por Cocteau. La banda sonora eran los tambores de Semana Santa. Y ello me llevó a Málaga. A Darío Carmona, una persona real, hermano de un amigo de Cernuda y a la Moraima de la serranilla del romance... 

Aparece en muchas ocasiones la palabra alba, junto a la noche, el mediodía y, al final, el crepúsculo... ¿Tiene un significado simbólico de albada, de despertar a otra vida? 

He escrito ´albadas´, pero no aquí. La luz aparece mucho en mis poemas, como contraste de la oscuridad... 

Y el viento. 

Facilita el movimiento, lleva de un verso al otro, de un territorio al otro. 

Regresa en el libro al endecasílabo

Porque es el más apropiado para el castellano (también para el catalán), combinado a veces con el alejandrino. 

¿El amor es lo que nos salva? 

Hay amor físico, mental o moral. El amor nos permite una duplicidad, mirarse al espejo de la otredad, como decía Octavio Paz. 

¿Qué función cumplen los cultismos? 

Recordar que el idioma tiene pasado. He intentado poner un número suficiente para no asfixiar con ellos al lector. Ahora bien, no hay una sola palabra inventada. Todas están documentadas. Dámaso Alonso hizo el experimento de poner a Góngora en prosa para demostrar que sus poemas decían algo, pero, claro, se vio que nada puede reemplazar sus poemas.






Comentarios

Entradas populares