'Diana y Acteon' (1556-1559), de Tiziano. / NATIONAL GALLERY


Por capricho, por venganza o como treta, los antiguos dioses cambiaban de aspecto a voluntad

La National Gallery de Londres propone a un grupo de artistas el juego de las 'Metamorfosis'








Una lucecita se mueve con gracia y sutileza detrás del telón y la penumbra. Se eleva como una luciérnaga en vuelo y dibuja un trayecto leve, misterioso. Cuando el telón se abre descubrimos un monstruoso robot de acero con un solo brazo mecánico, que se eleva hasta siete metros. En la punta tiene la varita luminosa, el flotante punto de luz. Esa máquina representa a Diana cazadora, la casta diosa vengativa. Porque la furia de las míticas diosas es, con frecuencia, irracional y despiadada pese a su delicada belleza. Esta representación escénica es la culminación —o, más bien, una de ellas— de una enrevesada historia que surge de la base misma de nuestra cultura.
La Metamorfosis de Ovidio es el territorio donde se inicia esta transformación que culmina ahora en el proyecto del mismo nombre puesto en marcha por la National Gallery de Londres y la Royal Opera House. Un programa complejo y fascinante que enlaza el arte, la danza, la música y la poesía. Si el poema de Ovidio es el origen, el siguiente capítulo en esta serie de carambolas a lo largo de los siglos es la interpretación que hizo Tiziano de algunas de las historias mitológicas de aquel libro. Por encargo de Felipe II, Tiziano realizó siete pinturas extraídas de la Metamorfosis. Tres de ellas —Diana y Calisto, Diana y Acteón y La muerte de Acteón—, pertenecientes hoy a las colecciones de la pinacoteca londinense, han servido de referencia a tres artistas contemporáneos para realizar nuevas interpretaciones: Mark Wallinger (1959), Chris Ofili (1968) y Conrad Shawcross (1977). Ellos a su vez han trabajado con tres distintos coreógrafos de la Royal Opera House para diseñar la escenografía y el vestuario de las tres piezas inspiradas en las pinturas de Tiziano. Otros tres compositores han creado la música original. Y, por si fuera poco, 16 poetas —uno de ellos el Nobel irlandés Seamus Heaney— han escrito poemas inspirados tanto en los cuadros del pintor renacentista como en el poema original.
De esta manera se pone de nuevo en marcha el juego de las mutaciones iniciado por las antiguas mitologías griega y romana. Diana y Calisto recoge la historia de la ninfa preferida de la diosa de la caza. Júpiter adopta la apariencia de Diana para acercarse a Calisto y terminar por poseerla sexualmente, dejándola embarazada. Cuando la diosa descubre que su ninfa ha roto el voto de castidad —momento que recoge el primero de estos cuadros de Tiziano—, se indigna y la castiga convirtiéndola en osa. Diana y Acteón es otra muestra de la implacable venganza de la diosa. Acteón está de cacería con sus hombres y sus perros. Durante un descanso, mientras camina por el bosque, encuentra una gruta donde casualmente se están bañando desnudas Diana y sus ninfas. Sorprendidas en tan íntimo ritual, la diosa condena de inmediato al mirón convirtiéndolo en un ciervo. Acteón, desconsolado, gime como animal y no hace sino convocar a sus decenas de perros de presa que lo destrozan a dentelladas dándole muerte, escena recogida con dramatismo en La muerte de Acteón.
Conrad Shawcross ha construido dos robots que representan la dualidad de la diosa, la fragilidad y la fuerza. La vulnerabilidad y la rabia. Uno, el descrito anteriormente, para la pieza titulada Machina, del coreógrafo danés Brandstrup y los compositores Wayne McGregor y Nico Mulhy. El otro está en la exposición de la National Gallery y se titula Trophy. Es una escultura programada por ordenador, dentro de una caja de cristal, que se mueve bordeando con precisión el contorno del asta de un ciervo. En la punta del brazo mecánico hay una varita de luz. Previamente se usó como herramienta para tallar esa delicada escultura a partir de un bloque de madera. Es un robot animalístico, como un Alien amenazante, que parte del estudio atento de las pinturas de Tiziano.
La aproximación de Mark Wallinger a estas escenas míticas busca quizá un impacto más directo. En una sala oscura hay en el centro una pequeña habitación que solo se percibe por sus accesos cerrados: una ventana, una puerta, una persiana. Todos ellos tienen agujeros o rendijas por los que se observa con esfuerzo lo que sucede en el interior iluminado. Es un cuarto de baño blanco y una mujer desnuda en la bañera que realiza ensimismada los íntimos movimientos del aseo. La performance se realiza de manera continuada durante la exposición por siete mujeres que se turnan cada dos horas. Todas se llaman en la vida real, Diana.
“Me sentí fascinado por el momento en que Acteón sorprende a Diana”, dice Wallinger. “El voyeurismo y la transgresión siguen siendo actos de cierta tensión en el comportamiento humano. Quería hacer una pieza que implicara de esa manera al espectador, pero con algo real, una especie de reverie. Son historias además muy cinemáticas, como podemos recordar en filmes como Psicosis y La ventana indiscreta. También Duchamp, con su obra Étant donnés, aborda el asunto. El voyeurismo sigue siendo una experiencia moderna”.
Chris Ofili nunca había visto un ballet. “Después de dos años trabajando en este proyecto ahora se considera un experto”, explica con cierto humor la comisaria de la exposición, Minna Moore-Ede. El ganador del Premio Turner de 1998 se hizo famoso por sus pinturas con estiércol de elefante, una alusión a la importancia de esa materia en la vida cotidiana y espiritual africana. De origen nigeriano, Ofili vive ahora en la isla de Trinidad. Por eso no sorprende su versión tropical del mito de Diana y Acteón. Sus escenografías son como una hechizada jungla. La serie de pinturas exuda lujuria. “Tiziano interpretó libremente a Ovidio. Ofili hace lo mismo con Tiziano. Hay color, sensualidad, deseo. Para él Acteón transformado no huye hacia su maldición, sino que ataca sexualmente a la diosa, atendiendo a sus fantasías”, añade la comisaria. “Ofili ha decidido mantener algunas de las pinturas inacabadas, como dejó Tiziano La muerte de Acteón. Fue una de las pinturas que se encontraron en el taller del pintor tras su muerte, pero Ofili piensa que Tiziano la dejó así a propósito”.
Shawcross señala también esa intención del italiano. “Los artistas tienen que redefinirse en cada época en relación con la tecnología”, afirma. “Tiziano fue un renovador en el uso que dio al óleo para conseguir ciertos efectos pictóricos usando los pinceles e incluso los dedos”.
Las coreografías se estrenan a lo largo de este fin de semana y hasta el día 20. Es el último trabajo de Monica Mason como directora del Royal Ballet. Mark Wallinger ha ideado para Trespass un escenario que funciona como un enorme diorama con imágenes de la superficie lunar. En el centro hay un altísimo espejo semicircular (“como el visor espejado del casco de los astronautas de la misión Apolo”, afirma el artista) que se hace transparente para dejar ver a los hombres que observan. “La primera idea que tuve en relación con la coreografía estuvo relacionada con la luna, la musa de lo femenino desafiada por los humanos mediante la misión Apolo”, comenta Wallinger. “Hay mucha poesía clásica en torno a la luna, pero también tomé en cuenta el discurso de Armstrong y Aldrin”. La coreografía es de Christopher Wheeldon, con música de Mark-Anthony Turnage y el protagonismo del primer bailarín del Royal Ballet, Alastair Marriott.
Chris Ofili ha trabajado en Diana y Acteón con los coreógrafos Will Tuckett, Liam Scarlett y Jonathan Watkins, con música de Johnatan Dove y libreto de Alasdair Middleton. “Ofili es el único que ha creado una pieza narrativa. Una escenografía de un follaje húmedo y mágico con un fondo que es un velo que se levanta. Él mismo ha pintado todos los telones cuidando mucho la mezcla de colores. Es la primera obra de esa magnitud que realiza”, comenta la comisaria.
Las metáforas visuales dominan este proyecto. Y también el movimiento, por eso resulta natural que haya una sala en la exposición con un vídeo sobre el trabajo coreográfico. Curiosamente, también el patrocinador de este proyecto, Credit Suisse, se ha involucrado activamente y ha producido un cortometraje de ficción de poderosa y perturbadora fuerza. Lo dirige el dúo experimental Tell No One (Luke White y Remi Weekes), con la participación de dos conocidos actores británicos, Anna Friel y Ed Speleers.
Pero una de las extensiones con mejores resultados de Metamorfosis está en el campo poético. En tiempos de Ovidio la poesía era todavía el arte supremo. Hoy se ven pocas interacciones entre este género literario y otras expresiones creativas. El encargo a 16 poetas de poemas relacionados con estos tres cuadros de Tiziano es una iniciativa con un resultado que vale la pena tomar como ejemplo.
Seamus Heaney escribe en Acteón: “… Y no era sudor humano lo que parecía exhalar su cuerpo / como un vapor: era como una bestia en celo / mientras merodea con sigilo hasta encontrar / la arboleda, la gruta y el lugar del baño / de la diosa y sus ninfas, / como si buscara deliberadamente este virgen rincón, como si / sus deseos fueran perros de presa que aceleran el paso tras el olor de Diana, / como si su propia jauría cumpliera la venganza al cercarlo, aullando, en este bosque iluminado por las hojas”.
Siete son mujeres, con lo que las perspectivas sobre estos episodios se amplían. La poeta laureada Mary Ann Duffy escribe Tiziano: Diana y Calisto: “… aunque ella se arrepintiera o probara su inocencia, cúlpalo a él / a las estrellas, al mito, siembra la idea de que ella es la víctima aquí; mi argumento, señoras, es este —solo se trata de pintura”.
“Los poetas hemos crecido con Ovidio, la Metamorfosis está en la base de mi poesía”, dice Jo Shapcott, ganadora del Premio Costa 2011, al mejor libro del año. “Este encargo ha sido muy libre y muy fértil para nosotros porque solemos trabajar solos y aquí nos involucramos en algo mucho más grande, con muchos otros artistas”.
Se ha realizado un vídeo, que se proyecta en la exposición, en el que todos estos poetas recitan sus composiciones. Una experiencia que contribuye a profundizar tanto en la obra de Ovidio como en las de Tiziano. Pero si hay algo que se extrae de todo este proyecto es la pervivencia de ciertas pasiones y pulsiones primigenias que los seres humanos somos incapaces de dominar. Todo gira en torno al deseo.
Tony Harrison implica al visitante de la exposición en esta experiencia: “Usted, sí señor, usted, que ha empezado a leer estas líneas, tal vez sea ya un hombre marcado”, escribe. El observador que sigue al voyeur en su aventura, puede ser también alcanzado por la maldición eterna, la del hombre a quien la visión robada transforma. “… Y cuando salga por las puertas de vidrio del museo, esa cabeza astada que ve ahí reflejada, ¿es suya? Para obtener su supervivencia, cuando se vaya, es mejor que tenga cuidado con las jaurías que esperan al acecho en Trafalgar Square”.

Metamorfosis. National Gallery. Trafalgar Square. Londres. Hasta el 23 de septiembre. Actuaciones del Royal Ballet en la Royal Opera House, los días 16, 17 y 20 de julio.



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